||Prólogo||

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Miro al hombre frente a mí, que no era más que una manzana podrida

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Miro al hombre frente a mí, que no era más que una manzana podrida.

Y el maldito presidente de este país.

A su lado se encontraba su hijo; Isaak Klein.

El hombre había venido a mí tras una pequeña conversación en su última gala, donde tuve el placer de ver una vez más a su hija mayor. Hanna Klein.

Esa mujer era diferente, tenía algo que me había hecho observarla desde la distancia durante todas las fiestas. Rubia, ojos azules, de estatura promedio y un carácter altamente volátil. Había escuchado varias cosas sobre ella, y no muchas de ellas eran buenas, al parecer, el grupo de amigos de nuestro presidente tenía cierto rechazo hacia las mujeres que tenían un cerebro funcional en sus cabezas.

Y parecía ser, que a su padre eso también le disgustaba.

—¿Y bien? —pregunto, impaciente.

No me gustaba que me hicieran perder el tiempo.

—He escuchado rumores de que necesitas una esposa —su hijo sonríe—, y urgentemente.

Me reclino en mi asiento y finjo analizar sus palabras. Los rumores tenían cierto grado de verdad, necesitaba una esposa para asegurar mi imperio, pero, fácilmente, podría acallar esos rumores.

Las personas desconocían al hombre detrás del apellido Albrecht y no les convenía molestarme. Conocía hasta el más sucio de sus secretos y si lo deseaba, podría joder sus vidas.

—Es cierto —decido darle la razón, después de todo, él tenía algo que había comenzado a desear meses atrás.

La ambición reluce en su rostro, a pesar de que luchaba por mantener su cara de póker.

—Nosotros tenemos una esposa para ti —dice, poniendo las cartas sobre la mesa—, será una buena. Hará lo que le pidas, es bonita y puede darte hijos rápidamente, porque eso es lo que necesitas, ¿no?

Mis dedos rozan el mango del arma bajo mi escritorio. El hijo de puta estaba tan desesperado que estaba dispuesto a venderme a su hija, con tal de que no contara sus sucios secretos, en especial uno.

Pero yo no era mejor que él, porque yo la quería.

Quería que fuera mía.

—Tu hija a cambio de mi silencio —digo, exponiendo los hechos.

El problema de los hombres ambiciosos era que, cuando deseaban tanto algo, descuidaban su espalda, dándome así, la perfecta oportunidad de arruinarlos.

Me inclino sobre al escritorio, dándoles mi mejor sonrisa.

—La boda se llevará a cabo esta semana.

Ambos, sonríen con la sensación de victoria, seguramente recorriéndoles. Pero, una vez más, era yo jugando con mis víctimas, porque nadie daba un paso sin que yo lo quisiera así.

Así que, Hanna Klein, ser mía nunca fue una opción, sino una certeza. 

Esta historia me tiene muy entusiasmada, espero que la disfruten tanto como yo voy a hacerlo

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Esta historia me tiene muy entusiasmada, espero que la disfruten tanto como yo voy a hacerlo.

Con amor

Rosi💙

Eterna Condena © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora