||Capítulo 28||

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«Una semana después»

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«Una semana después»

Observo con detenimiento la expresión de Hanna cuando nos detenemos frente a la puerta de la ginecóloga. Su ginecóloga. Miles de emociones surcan sus facciones, pero las principales son; miedo, felicidad y nerviosismo. Tomo su mano y la aprieto entre las mías. Desde que había asesinado a Bernardo las noticas habían estado infestadas con su muerte y  todo lo que había hecho usando la política como escudo. Habíamos sido interrogados numerosas veces, pero teníamos nuestra cuartada. Una grabación nos ubicaba al otro lado de la ciudad en un restaurante elegante. Era imposible que nosotros, sobre todo yo, estuviera involucrado en la muerte de mi presidente. También me había asegurado de la historia de Isaak.

Logró escapar durante el atentado de su padre y buscó refugio en el único lugar donde sabia que estaría salvo: con su hermana. Una grabación lo había captado cuando entró a tropezones al vestíbulo de nuestro edificio. Nuestro vigilante nos llamó en cuanto vio que estaba herido, cada una de las malditas cámaras había captado mi auto recorriendo a todo velocidad las calles, ya que mi angustiada esposa quería llegar con su hermano y yo, por supuesto, me encontraba preocupado por mi cuñado.

Había sido complicado creer esta telaraña de mentiras, pero cada minuto valió la pena. Hanna estaba a salvo y eso era lo único que importaba. Era consciente de que el capitán de la policía, quien era el que investigaba el caso, no me creía en absoluto. Había escuchado muchas de sus llamadas, el hombre sabia lo que se decía de mi, pero no tenia ninguna prueba. Era intocable.

—¿Estas lista? —le pregunto a mi hermosa esposa cuando veo que está aterrada por abrir la puerta. Sabia que, en este momento, necesitaba que yo tomara las riendas de la situación. O pasaríamos el resto del día de pie en el pasillo de mi clínica.

Antes de que pueda responder abro la puerta. Estaba asustada por lo que le diría la doctora, le preocupaba que le dijera que algo iba mal con el embarazo. Esos miedos también hacían eco en mis pensamientos, pero quería creer que la vida no era tan despiadada. 

—Buenos días, señor Albrecht —saluda la mujer de alrededor de unos setenta años—. Señora Albrecht —Hanna estrecha la mano que le ofrece y por primera vez en horas sonríe—. Soy la doctora Elvira Becker, es un gusto conocerte.

Hanna asiente ensanchando su sonrisa.

—Querida, no te preocupes. Sé lenguaje de señas. Tu esposo se aseguró de que todos en la clínica supieran o serian despedidos —maldigo para mis adentros a Elvira, desde que la había contratado, hace quince años, siempre había sido así. No se guardaba nada, a la mujer no se le podía contar ni el mas pequeño secreto sin correr el riesgo de que todos lo sepan.

Los labios de Hanna se separan levemente en señal de sorpresa, admiro como sus mejillas se vuelven rojas. El rubor baja por su cuello  y se pierde en su pecho… Ahora tenia curiosidad que otras partes de su cuerpo podía poner de ese mismo color. A regañadientes suelto su mano para que pueda usar ambas para comunicarse.

Eterna Condena © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora