||Capítulo 16||

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Me levanto con cuidado de la cama para no despertar a Hanna, había conciliado el sueño después de cenar y decirle a Müller que pasaría la noche aquí y que, si intentaba cualquier cosa la mandaría a la calle donde estaría a merced de Isaac en minutos

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Me levanto con cuidado de la cama para no despertar a Hanna, había conciliado el sueño después de cenar y decirle a Müller que pasaría la noche aquí y que, si intentaba cualquier cosa la mandaría a la calle donde estaría a merced de Isaac en minutos. Por mi parte, consideraba que Müller y yo éramos indignos de respirar el mismo aire que Hanna; Müller por lo que le había hecho y había intentado lograr conmigo y yo porque si Hanna no hubiera estado en el apartamento la habría matado ahí mismo por querer traicionarla de aquella manera.

Ninguno de los dos la merecíamos, pero la diferencia abismal entre ambos era que; ella moriría sin serlo y yo lo haría siéndolo, porque cada día que pasaba con Hanna me hacía querer ser más humano y piadoso por ella y eso era una condena para alguien como yo.

Estuvo un poco inquieta durante la cena, sabía que ir a ese baile era una de las cosas que menos quería, pero he aprendido que, cuando se trata de su madre, no hay nada que la detenga y Bernardo tenía muy claro eso. Necesitaba trabajar para encontrar esa pieza clave que me ayudaría a destruirlo, porque si me lanzaba ahora con lo que tenía, fácilmente me destruirían y no permitiría que le hicieran daño físico o mental a Hanna, así que por ahora no nos quedaba más que asistir a ese baile que sería una pobre excusa de fiesta de cumpleaños.

Cuando abro la puerta corrediza me encuentro a Cerberos durmiendo más al escucharme se sienta alerta, le señalo la habitación para que se quede con Hanna mientras yo terminaba algo del trabajo de la empresa; uno de mis hombres lo había traído antes de la cena, no me gustaba que se quedara solo en el apartamento y por eso siempre me aseguraba de que tuviera compañía. Con él cuidándola bajo más tranquilo a mi oficina más mi trayecto se ve interrumpido por una luz encendida en la cocina que me hace fruncir el ceño.

—¿Qué haces? —le pregunto a Müller cuando entro a la cocina, lo que la hace dar un respingo y desperdigar el café en la encimera.

—Me asustaste —dice llevándose una mano al pecho dramáticamente.

—Pude verlo —miro la cafetera y luego a ella, tenía esos ojos soñadores brillando demasiado de nuevo, odiaba estar bajo su escrutinio—. Asegúrate de dejar todo limpio cuando termines, odio el desorden.

Me doy la vuelta dispuesto a irme cuando su chirriante voz me detiene.

—Hanna tiende a ser muy desordenada en ocasiones —suspiro resistiendo las ganas de matarla.

—Pero la única que lleva mi apellido aquí es ella, así que puede hacer lo que le dé la gana con el apartamento porque es suyo —me doy la vuelta con las manos en los bolsillos sintiéndome fastidiado por su presencia—. ¿Te queda claro, Müller?

—Sí —sonríe coqueta—. ¿Quieres acompañarme a tomar una taza?

—No —respondo tajante—. Pero ahora que tenemos la oportunidad de hablar te dejaré algo muy claro —saco el arma de la parte trasera de la cinturilla de mi pantalón que había estado oculta de su vista por la camisa y la pongo en la encimera bajo su atenta mirada—. La única razón por la que aún respiras es porque Hanna tiene un corazón demasiado bueno para este mundo, pero vuelves a hacerla llorar o a siquiera hacerla ver afligida y tu sangre estará manchando el piso de alguno de mis almacenes. Y deja esta mierda de querer intentar coquetear conmigo, no soporto a las ratas traidoras y tú eres la peor de todas.

Eterna Condena © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora