5. Compras y gomitas.

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Capítulo V.

Alejandro y yo estábamos recostados en el sofá de la sala de mi casa viendo la televisión.

Yo tenía la cabeza recostada en su regazo y el me acariciaba el cabello con sus dedos.

—¿Cuándo dijiste que era la fiesta en casa de Adrián?

—Pasado mañana.

—¿Y quieres ir?

Solté un suspiro.

—Sólo si tú vas. —dije con pereza.

Realmente no me daban muchas ganas de ir a esa fiesta, ya que todas consistían en lo mismo: música, alcohol, baile, desastres, y mucho sexo. Todas eran iguales, y ya era aburrido asistir a todas las fiestas y que todas ellas fueran iguales. Era muy evidente que no se hacían fiestas con propósitos muy específicos, sólo las hacían por chorcha.

Aburrido.

Pero si mi novio iría, no sería tan aburrido, y era mejor que quedarme en casa para toparme por ahí con papá, su nueva esposa, o con el virgencito.

La fiesta suena a una opción mucho mejor si se hace una pequeña comparación.

—Me agrada la idea. ¿Entonces vamos?

—Claro.

Veíamos un programa sobre casos y veredictos en un lapso de veinte minutos como mínimo. Ojalá todos los problemas tuvieran soluciones tan rápidas como en esos casos.

No es que ese programa fuera muy entretenido, de hecho podríamos hacer mil cosas mucho más divertidas, pero si habían golpes, malas palabras, y sobretodo, chisme, ver el programa era buena opción.

Era ya jueves, papá y su esposa estaban de turno en el hospital y al parecer tendrían guardia toda la noche. Perfecto. Sólo tenía como único inconveniente el hecho de que no tenía la casa para mí sola, porque claro, Kevin seguía siendo como una piedra en mi zapato. Pero él no había regresado a casa, se había ido a quién sabe dónde después de la escuela. Ya eran las seis de la tarde, y nada de él. Lo que era genial, claro, la casa para mí y mi novio, de momento.

Aunque podríamos estar encerrados en mi cuarto haciendo de todo, de alguna forma, no me daba la gana. Curiosamente, después de que mi novio se metiera con otra chica que no fuera yo, entraba en una especie de abstinencia por el sexo con él, al menos unos días. Y no porque éso de que se metiera con otras me importara demasiado, sólo pasaba. Ni siquiera el hecho de estar solos en un lugar o que él intentara seducirme llegaba a funcionar; simplemente no me excitaba nada. Y éso él lo sabía perfectamente, por lo que ya ni siquiera preguntaba o lo sugería. Sólo esperaba a que yo tomara la iniciativa de nuevo, y listo.

Pero éso no pasaría, no hoy. Sólo quería ver a la Dra. Polo resolviendo casos y gritándole a los litigantes cuando se lo merecían.

Éso es tan satisfactorio.

—¿Por qué no fuiste abogada? —preguntó Alejandro. —Te pareces mucho a la doctora Polo.

Al parecer, éso le causaba mucha gracia.

Pero para mí, era un honor y no un chiste, claro.

—Me halagas.

—¿Te cambiarías de carrera? Parece buena idea, ¿no?

—¿A estas alturas? —casi me reí. —No, gracias. Sólo quiero terminar la escuela para tomarme un año sabático metida en la cama veinticuatro siete.

De sólo pensarlo, me da sueño.

—Entonces, olvídalo, linda. No te pareces a ella. —dijo, soltando una risita.

Recuerdos de Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora