13. Recuerdos de amor.

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Capítulo XIII.

Después de pasar un rato más en el mirador, nos fuimos, con la excusa de que ya era tarde y empezaba a hacer mucho frío. No era mentira, pero más bien necesitábamos hacer algo más que permanecer en silencio en un lugar como ese. Pasamos de éso, a estar en el auto, en silencio.

Volví a encender el radio para volver a escuchar por lo menos esos chistes malos. Y sí que los escuchamos, pero esta vez, sólo yo sonreía de vez en cuando; Kevin ni siquiera se rió un poco, y éso era bastante extraño en él.

Uhhhhhh...

Me preguntaba si en verdad le afectaba tanto lo que le había contado. Tal vez, sí que era demasiado para él tener que ocultralo de su madre. A mí no me importaba ni un poco su mamá, no me podía importar menos, pero era importante para él, y de alguna forma, éso sí me importaba.

No tenía porqué importarme, después de todo, yo no le importé a nadie por años, ni siquiera a él. Pero simplemente no podía evitarlo.

Salimos de la carretera y nos incorporamos poco a poco a las calles de la ciudad, en ese momento se me ocurrió algo, así que lo propuse.

—¿Quieres que vayamos a cenar?

Éso llamó la atención de Kevin, que llevaba todo el rato mirando por la ventana sin decir absolutamente nada. Me miró y parecía haber sido sacado de un trance.

—¿A cenar?

—Sí, podemos ir a ese local de pizza que tanto te gustaba.

Él abrió los ojos y casi me río por éso. Lo miraba de reojo, ya que tenía que conducir.

—¿Aún existe ese lugar? —preguntó muy impresionado.

—Sí, es todo un éxito. ¿Quieres ir?

Su cara se transformó por completo y sonrió de oreja a oreja.

—¡Claro que sí!

Esta vez no pude evitar sonreír.

—De acuerdo.

A partir de ese momento, los chistes de la radio parecían ser los más graciosos del universo. Kevin no paraba de reír, aunque los chistes fueran realmente malos. Su humor había mejorado considerablemente en un minuto, y había sido mucho más fácil de lo que me hubiera imaginado.

Hombres...

En diez minutos llegamos a ese local. La cara de Kevin se iluminó al verlo por la ventana mientras yo estacionaba el coche.

—No puedo creer que siga existiendo.

—¿No se te ocurrió venir a comprobarlo?

—Para nada, pensé que esta cosa estaría extinta desde hace tiempo.

Apagué el motor en cuanto estábamos en perfecta posición.

—Dudo que se extinga algún día. Siguen siendo tan buenos como hace doce años.

Kevin dejó a un lado la pizzería y me miró.

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