8. Primera vez.

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Capítulo VIII.

Después de un par de horas, me sentía en una combinación muy extraña de sensaciones. Ya había bebido cinco cervezas y un par de tragos de otra cosa de la que mi novio me había compartido, por lo que me sentía un poco más ligera que cuando habíamos llegado, y a la vez, entre la música, el mismo alcohol, el olor a hierba en el ambiente, y el entorno en general, sentía que la cabeza me explotaría en cualquier momento. Y éso que todavía faltaba pasar por la resaca. Genial.

A ese paso decidí dejar de beber, porque no quería terminar tan mal; al final, la expectativa de pasar mi domingo de forma tranquila era un muy buen plan y no lo arruinaría por unos tragos más. Así que sólo me senté en uno de los taburetes de la cocina para estar más tranquila, en la cocina la música no se escuchaba tan fuerte, y no había tanta gente. Será porque prácticamente se habían terminado toda la comida.

Después del incidente en el jardín, no había vuelto a ver a Kevin por aquí. Tampoco había vuelto al jardín para tratar de encontrarlo, lo más seguro era que él se fuera después de lo que pasó con Alejandro. Y Alejandro, bueno, después de nuestro momento de reconciliación en ese pasillo me dijo que bailáramos, y éso hicimos, pero después de la primera ronda, me dijo que estaba muy cansado y que necesitaba respirar, y subió al segundo piso; ya no lo he visto y lo más seguro es que tenga que regresar sola a casa.

El novio del año.

Bueno, que conste que le advertí acerca de hacer tonterías por esta noche.

La verdad no sabía porqué seguía ahí, podía irme por mi propia cuenta sin ningún problema, tal vez sólo había dejado pasar el tiempo y no me había dado cuenta. Recordé que esa tarde había comprado una barra de chocolate y la había guardado en mi bolsa por si me daba antojo, la saqué con más emoción de la normal y la abrí felizmente para comenzar a comerla.

Comer chocolate + Tener dolor de cabeza = Desastre.

Me daba igual. En cuanto terminara de comerla, me iría de allí y me metería en mi cama.

Mientras me comía mi chocolate, alguien entró a la cocina.

—¡Joannaaaaa! ¡Hasta que te encuentro!

Miré por encima de mi hombro, y cómo supuse, era Lucía. Me pasó un brazo por encima de los hombros y desde ahí, pude percatarme de lo ebria que estaba.

—Pensé que no habías venido... Estoy feliiiiiz de verte.

—Uy, yo también, no tienes idea.

—¡Ihhhhhh, chocolate! ¿Me das?

—No.

—¡Ay, andaaaa!

—No.

—Eres la peor amiga. —se cruzó de brazos e hizo un puchero.

—¿Dónde estuviste? Yo tampoco te veía por ninguna parte. —pregunté para cambiar de tema.

—Allá arriba. Tratando de casar víctimas.

—¿Y? ¿Tuviste suerte?

—Um-mh... Dos chicos muy guapos y una chica... —soltó una risita traviesa.

Fruncí el ceño, mirándola.

—¿Hicieron un cuarteto?

—El mejoooorrr de todos. No tienes idea...

Abrí los ojos, muy sorprendida.

—Guao, Lucía. Quién te viera. Has tenido más sexo hoy que yo toda la semana. —ironicé.

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