22. Unión.

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Capítulo XXII.

Cuando Kevin estacionó el coche frente a casa y apagó el motor, el silencio se sintió más de lo que se había sentido en todo el camino. No era que estuviera incómoda ni mucho menos, sólo era que no sabía qué decir. No sabía si Kevin querría que se lo contara, o si prefería no saberlo, e igual no sabía si preguntarle, simplemente y por una extraña razón, sólo podía estar en silencio.

Kevin carraspeó y habló por primera vez desde que habíamos salido de la universidad.

—Nuestros papás no están, siguen en el trabajo, así que no los veremos por hoy.

Lo miré por un segundo y asentí lentamente.

—Bien.

—Supongo que será incómodo toparte con tu papá. —dedujo.

Me encongí de hombros.

—La verdad, no. Ya hemos pasado por ésto antes, sólo nos ignoramos como de costumbre, y listo.

—¿De veras? —asentí de nuevo. —¿No te dirá nada o... tratará de golpearte?

Sonreí, sin mucha gracia.

—No te preocupes, se dió cuenta de que no es buena idea hacerlo mientras ustedes vivan con nosotros.

Kevin guardó silencio por un momento, dudoso, como si quisiera preguntar algo y no estuviese muy seguro de ello.

—¿Ya... te ha golpeado antes?

—Sólo una vez.

—¿Por qué?

—Por contestar.

Kevin presionó un poco el volante con sus manos, tenso.

—No va a tocarte, no mientras yo esté. Si lo hace, te juro que lo mataré. —dijo con una pisca de furia en su voz.

—¿Vas a dejar viuda a Inés? —pregunté, sorprendida.

Obviamente ninguno de los dos hablaba en serio, sólo quería saber si él podría pasar por encima de la felicidad de su madre.

Él miró a la nada, frente a él.

—Ya te lo dije, cada vez me convenzo más de que tenías razón, ella está cegada por tu papá.

También miré al frente, pensativa.

—Supongo que es cierto que el amor nos hace ciegos. —mencionó con cierta resignación.

—Quizá.

—Lo que me parece increíble es que ni siquiera te dejó hablar, sólo asumió que había un malentendido porque Hugo lo dijo.

Solté un suspiro, cansada.

—¿Qué querías? Es su esposo, debería creerle a él antes que a nadie.

—Es verdad... —Kevin soltó un suspiro frustrado y le dió un pequeño golpe al volante con las palmas de las manos. —Y yo que tanto apoyaba ese matrimonio, incluso te pedí que fueras compresiva. —dijo como si hubiera sido la mayor estupidez de su vida.

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