7. Celos e insinuaciones.

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Capítulo VII.

Llegamos a la casa de Adrián, donde efectivamente, se había desatado ya la música a todo volumen y el barullo de un montón de jóvenes estúpidos creyendo que ésta era la mejor fiesta del mundo y que se estaban divirtiendo como nunca. Y yo sabía perfectamente que estas fiestas eran tan aburridas como describirlas.

Pero aquí estaba, porque no tenía nada mejor que hacer.

Salimos los tres del auto después de que Alejandro lo estacionara un poco lejos, ya que ya habían más autos estacionados a lo largo de la calle. Me preguntaba si éso sería un problema legal. Seguro que sí.

—Vamos, linda. —Alejandro me extendió su mano para que la tomara.

Fruncí el ceño sin poder evitarlo, pero no me demoré en acceder a su pedido.

Caminamos en silencio hasta la casa, Kevin caminó detrás de nosotros con un par de pasos de diferencia. Lo miré por encima del hombro, tenía las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y en cuanto me vió mirándolo, me sonrió. No me agradó mucho, así que regresé la vista al frente.

La música se oía cada vez más y más fuerte mientras nos acercábamos, hasta que ya era demasiado molesta para mi gusto. Sabía que esa noche regresaría a casa con un dolor de cabeza. Entramos sin necesidad de tocar la puerta —claramente— y nos adentramos como Dios nos dió a entender, ya que ya había demasiada gente. La casa de Adrián era de dos pisos, pero no era tan grande como para hacer una de estas fiestas, y se le había ocurrido invitar a media facultad, y podía apostar lo que fuera a que no éramos sólo compañeros de universidad. Así son este tipo de reuniones, un desastre.

No es que tuviera la necesidad de estar ahí, pero no me gusta que me echen en cara lo "grandiosa" que estuvo la fiesta a la que no fui, aunque no sean cosa del otro mundo; y tampoco me gusta dejar tan solo a mi novio. Si se le ocurría meterse con otra y yo no me enteraba, fácilmente él podía salirse con la suya, y más estos días que me he estado negando rotundamente a tener sexo con él. El tipo debe estar más que ansioso.

¿Y no has pensado que podría hacerlo fuera de esta fiesta y fuera de la universidad, cuando no estás con él y no puedes verlo?

Por éso fui a la fiesta, para saber por mis propios ojos si debía seguir en abstinencia o no. Si lo hacía a mis espaldas, no valía la pena indagar nada o tratar de averiguar si lo había hecho, sólo perdería el tiempo.

Alejandro caminaba frente a nosotros sin soltarme la mano, guiándonos entre tanta multitud que no hacían nada por dejarnos pasar. Hice una mueca de disgusto al ver tanta gente junta. Cómo se veía que no tenían nada mejor que hacer.

Como tú.

Así es.

Después de una odisea bastante peligrosa, llegamos al jardín trasero, donde también había bastante gente, pero era amplio y se respiraba mucho mejor que adentro. Habían desde grupitos hablando y riendo, hasta parejas besuqueándose y metiéndose mano descaradamente.

Tan mala la fiesta, la verdad es que no.

—¿Quieres algo de beber, linda? —me preguntó Alejandro con un aura... agradable.

Le fruncí el ceño cuando le escuché hablarme con tanta... dulzura.

¿Mi novio me acababa de hablar así?

Sí, lo hizo.

Ugh...

Lo miré con la misma cara por unos segundos antes de responderle.

—Una... cerveza.

Él sonrió y asintió repetidas veces.

—Muy bien, te la traeré, linda. —se inclinó hacia delante y me besó antes de volver a entrar en busca de mi cerveza.

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