Capítulo 58 - Hasta el cuello

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Max apenas había visto a la familia de Molly en dos ocasiones, pero había presenciado mucho más drama que en los últimos cinco años con la suya. Terminó de enjuagarse el rostro en el lavabo del baño de invitados de los Potter, y se miró en el espejo. Llevaba el cabello ondulado echado hacia atrás, y se veía igual que siempre, salvo por el caos que reflejaban sus ojos. No tenía idea de por qué habían sacado al señor Malfoy de Azkaban, pero estaba seguro de que no podía significar nada bueno. Le había dado la espalda a su padre y a todo el asunto mortífago, y era algo de lo que estaba convencido... Pero Draco era su padrino, y no podía evitar preocuparse. Desde que vio su rostro en el periódico, se había sentido abrumado por la impotencia de no poder hacer nada, ni por él ni por sus amigos.

Sacudió la cabeza, como si quisiera quitarse aquellos pensamientos de encima, y pasó una toalla por su rostro todavía húmedo. Estaba a punto de salir cuando oyó las voces de los señores Potter desde el pasillo. Debían hallarse a unos cuantos metros de distancia, pero su audición estaba más afinada de lo usual, debido a la proximidad de la luna llena. Por el tono que mantenían, debían de estar discutiendo, y no quiso interrumpirlos.

―Esto es una locura, Harry. Siento que estamos jugando con todos. Esos pobres niños...

Los murmullos de Ginny llamaron la atención de Max cuando oyó que se estaba refiriendo a los Malfoy. Se acercó un poco más a la puerta, de pronto interesado. Quizás así podía descubrir algo sobre el repentino regreso de Draco.

―Lo siento, Gin. Sabes que nunca quise mezclar las cosas.

Hubo una breve pausa antes de que la señora Potter replicara, en un cuchicheo aún más bajo que los anteriores.

―Y sin embargo has traído a Malfoy a nuestro hogar, les has dado esperanza a su familia para luego quitárselas... Por Merlín, Harry, incluso tenemos a ese muchacho comiendo en nuestra mesa en Navidad.

― ¿Qué se supone que haga? ¿Esconderlo en el sótano?

Al parecer, el señor Potter no sonaba contento con aquella acusación. Max podía sentir la tensión en su voz incluso desde aquella distancia.

―No recurras al sarcasmo conmigo. Sabes que está mal, es enfermizo. Saber lo que va a ocurrirle... Estás haciendo lo mismo que Dumbledore hizo contigo.

¡Shh! ―El chistido de Harry sonó furioso, y hubo una breve pausa antes de que continuara, con el tono aún más bajo―: ¿Cómo puedes acusarme de algo así? Son cosas completamente distintas.

― ¿Lo son? Nicholas es solo un niño, poco mayor que James... ―insistió Ginny, quien se oía igual de agitada.

Max volvió a oír al señor Potter callar a su esposa, y luego la puerta de lo que imaginó que sería su oficina abriéndose y cerrándose. Tras eso, silencio. Por unos momentos el muchacho no supo qué pensar de lo que acababa de oír. Tragó con fuerza, y juntó valor para salir del baño, preguntándose por qué siempre debía estar presente en el momento y lugar equivocado con su súper oído licántropo.

***

Apenas James terminó de despedir a todos sus parientes, se encaminó casi al trote hasta la biblioteca, donde los Malfoy se habían encerrado. Permaneció fuera de la habitación, caminando de un lado al otro, esperando. No sabía exactamente qué era lo que quería conseguir, pero algo en su interior lo empujaba a estar allí. Algo que, no parecía dispuesto a admitir, era preocupación.

Cuando su padre pasó junto a él para adentrarse en la biblioteca no pareció sorprendido de verlo allí. Apenas le dedicó una mirada curiosa antes de cerrar la puerta tras de sí. Se veía cansado.

Hijos de la guerra (James Sirius Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora