11-. "Pequeña" discusión.

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Pasaron semanas, nada ha cambiado. Solo se que Joey es distante conmigo, pero lo veo mirándome de lejos, como antes.

Sinceramente extraño hablar con el, a pesar de que no éramos algo muy importante le agarré cierto cariño después de un tiempo.

Dejando eso de lado, era fin de semana y acordé pasar el rato en la casa de los chicos pertenecientes a Gn'r junto a Duff, el estaría solo durante unas semanas ya que los demás irían de viaje a el cual prefirió no asistir.

Estaba lista, Lilac pasaría tiempo con un novio que consiguió en la universidad.

-¿Ya te vas?- preguntó Lilac apoyada en el marco de mi puerta, observando como terminaba de dar los últimos toques en el maquillaje.

-Claro- sonreí y me levante de mi tocador.

-¿Entonces nos vemos mañana?- sonrío mientras me acompañaba a la puerta principal.

-Hecho- sin pensarlo me abalancé ligeramente sobre ella, abrazándola desprevenida.

-Te quiero mejor amiga- reí levemente y me separé, miré su sonrisa y me acordó a la primera vez que hablamos.

-Y tú, cuídala- miré detrás de Lilac, refiriéndome a su nuevo novio quien comía inocentemente sentado en la mesa.

El se giro asustado para mirarme, sonrió y asintió tímidamente.
Finalmente terminé dé despedirme y fui camino a mi destino.

Pude irme con Duff, pero él prefirió que yo fuera mientras el arreglaba unas cosas.

(....)

Al cabo de un tiempo llegué a mi destino y sin pensarlo toqué la puerta, el chico que esperaba la abrió.

-Bienvenida a mi humilde morada, querida- rió y como un caballero me dio el paso. Reaccione con una risa y al entrar me sorprendí un poco, aunque era de esperarse.

El lugar era lujoso y grande, con decoración que parecía costosa. El aroma me generaba una paz y felicidad leves. Mientras caminaba, era consciente de que cada cosa que veía muy probablemente valía más que todo lo que tengo, incluyendo mi vida.

-¿Cuánto costó todo esto?- pregunté refiriéndome a la decoración.

-Probablemente más de lo que piensas. De todos modos es incierto, solo Axl sabe ya que esta casa es suya y se rehúsa a decirnos, dice que cada que lo recuerda siente un dolor en su pecho- dijo ahora examinando el lugar junto a mi y una leve risa.

-Me pasaría lo mismo, por lo menos los resultados fueron lindos- sonreí y finalmente llegamos a la cocina, donde se encontraba una mesa bastante larga. El lugar era oscuro, solamente iluminado por algunas velas que yacían en el lugar. El olor era reconfortante, un delicioso olor que aseguraba una delicia de comida.

Me senté en un extremo de la mesa, mientras que Duff se sentó en el otro extremo y miró fijamente, esperando a que dijera algo.

-¿Y qué es lo que me ofrece, joven?- sonreí y apoyé mi cabeza en mis manos, mirando fijamente a Duff con una sonrisa desafiante.

El sonrió de lado, sabía que tenía algo planeado. Desapareció por unos minutos de el lugar y volvió con una bandeja de plata, que de ahí yacía el tan agradable olor desde hace un momento.

Duff se acercó y posó la bandeja frente a mi, me miró con una sonrisa victoriosa esperando a que la abra y vea lo que hay dentro. Lo miré incrédula y sin más abrí la bandeja. Lo que había era básico, carne horneada con puré.

Aunque era un platillo básico, la presentación era linda y por el olor supe que los condimentos que tenía eran los indicados.

-Buena presentación, pero el plato en sí es básico- lo miré de reojo y noté nerviosismo, veremos que tal.

Volví mi mirada a el plato y lo corté, dirigí el pedazo a mi boca y un estallido de sabores fue suficiente para saber que había hecho un buen trabajo.

-Interesante sabor, un 8. Estás mejorando- lo mire y note una sonrisa en su rostro.

Esto es ridículo, cada vez que Duff prepara un platillo me vuelvo una crítica gastronómica. Nos miramos un momento, hasta que cada uno estalló en carcajadas después de esa gran actuación.

El resto de la noche fue diversión y todo lo que planeamos, si no fuera por...

-Sabes, la otra vez me puse a pensar en lo que me dijiste. ¿Realmente piensas que soy un mal chico?- dijo acariciando mi cabeza que yacía en su pecho.

-¿Qué?- pregunté con curiosidad, pensando en que había dicho.

-La otra vez dijiste que tenías miedo de salir conmigo por como soy, ¿en serio?- soltó detonando una leve rabia, sin despegar su mirada de el televisor.

Lo miré recordando ese día, fruncí el ceño.

-Duff, eso fue hace mucho. ¿Por qué ahora sacas el tema?- me separé de su pecho y me senté a su lado, lo miré con el ceño fruncido aunque el no despegó su mirada del televisor.

-Es difícil olvidar que eso salió de la boca de la persona que más amas- finalmente giró su mirada hacía a mi, sin expresión alguna pero sus ojos reflejaban cierta tristeza y enojo.

-Deja de exagerar, tu mismo dijiste que eres consciente de eso- en ningún momento aparté mi mirada de sus ojos, sabía que esto terminaría mal.

-¿Y ahora exagero? ¿Después de que una persona a quien amo me dijera que tiene miedo de estar conmigo por "como soy"?- me miró desafiante.

-Es que Duff, es verdad. Créeme que es difícil amar a una persona que tiene a probablemente más de un millón de chicas tras él y yo ser una más de ellas- en mi voz detoné más enojo, mientras me incomodaba la situación.

-¿Quieres decir que no me amas?- esta vez su expresión cambio, unos segundos fue de sorpresa, los otros detonaba furia y decepción.

-No quiero decir eso, solo quiero decir que es difícil estar en una relación con un imbecil que no duda serle infiel a su pareja solo por estar con una chica más guapa que ella- al ver su mirada de asombro y tristeza, caí en cuenta de que lo que dije era hiriente. El arrepentimiento y decepción de mi misma me inundaron, sintiéndome una inútil por hacerlo sentir así a el.

Nuestras miradas se entrelazaron, mientras un silencio y tensión nos arropaba con incomodidad.

Ninguno de los dos dijo nada, yo solo tomé mis cosas y me fui, necesitaba escapar de el lugar.

Apenas salí, sentí las lagrimas recorrer mis mejillas, ayudando a el aire hacerme temblar por el frío.

Ahora me encontraba caminando de regreso a mi casa, sintiéndome inútil por lo que acaba de pasar. Sentía un nudo en mi garganta torturándome cada segundo, con un mar de sentimientos contribuyendo a mis lagrimas.

Finalmente llegue a casa, estaba oscuro y corrí a mi habitación. Caí como trapo a mi cama, sin la capacidad de moverme mirando un punto fijo.

Las lagrimas no pararon de salir, hasta acabar quedándome dormida aún sintiéndome de la peor manera.

Y es el con quien quiero estar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora