CAPÍTULO 8

2K 279 50
                                    


McCall, Idaho.

Estados Unidos de América.

Presente.

Tyler abrió los ojos paulatinamente y aspiró el inusual aroma a manzanilla con lavanda. Su reloj biológico solía despertarlo a las seis menos cuarto.

Todavía llevaba su reloj de pulsera puesto y este marcaba las siete de la mañana. «Joder», pensó conteniendo el impulso de levantarse de inmediato y salir corriendo a buscar a Bruno. Sin embargo, algo lo detenía, pues lo que tenía abrazada no era una almohada, ya que estas no emitían calor ni olían a gloria, sino que sostenía un cuerpo cálido y que encajaba perfectamente con suyo.

La espalda de Josie estaba apegada contra su cuerpo, mientras él la tenía firmemente sujeta y reposaba el rostro en la almohada a pocos centímetros de la coronilla femenina. Ambos estaban cobijados bajo el edredón. Si él movía los dedos más arriba sobre la tela del pijama, entonces encontraría las tentadoras curvas de esos pechos que había visto encajados en el sexi vestido negro la noche anterior. El picor que sintió en la yema de los dedos no era bienvenido, no cuando sabía que ceder al deseo eso sería cruzar un límite sin retorno.

Ignoraba en qué momento los treinta minutos iniciales, supuestos a procurar que ella no volviese a tener un mal sueño, se convirtieron en horas o en qué instante se movieron sus cuerpos hasta el punto de que la mano de Tyler reposara sobre el abdomen de Josie y ella estuviera apegada a él con tanta naturalidad. Aunque él era consciente de su erección mañanera, sí que aceptaba que, en esta ocasión, existía un motivo más fuerte que la simple "naturaleza masculina" para tener el miembro duro. La suavidad de Josie era tentadora, la intimidad de la habitación y el calor que los rodeaban hacía más difícil la idea de apartarse de esa cómoda posición.

La urgente necesidad de desnudarla prenda por prenda, con deliberada lentitud, era el equivalente a la ofrenda de una deliciosa fruta envenenada: exquisita al paladar, pero con un alto precio por pagar. Si el universo estaba poniéndolo a prueba otra vez, en esta ocasión no iba a fallar como lo hizo en Oracle. Él solito había cavado su propio destino cuando decidió ignorar a Valery y su oferta abierta de pasarla bien, sin complicaciones, para ceder a sus inexplicables instintos al ver a Josie bailando.

Como veterinario sabía cómo funcionaba el celo, lo que jamás pensó era que, en algún jodido punto de su existencia, se hubiera contagiado del comportamiento animal. Porque no existía otra manera de catalogar o describir lo que había experimentado hacia Josie Barlow durante la madrugada.

No recordaba una ocasión en su vida en que hubiera dormido con una mujer, a la que deseaba con cada fibra, sin haber hecho otra cosa que dormir.

Poco a poco empezó a apartarse a regañadientes. Josie, dormida o despierta, era una distracción. ¿Amigos? Iba a necesitar ser más observador al momento de buscarle defectos porque, tal como su cuerpo estaba reaccionado, parecía imposible quitarse la idea de que acostarse con ella sería el mejor sexo que pudiese tener en años. Su mejor estrategia era mantenerse distante. Detuvo sus dedos antes de ceder a la intención de tocar los cabellos negros para así apartarlos del rostro sereno. El resto de su cuerpo necesitaba salir de la comodidad del edredón y las sábanas.

Se movió con suavidad para no despertarla, aunque ella parecía de aquellas personas que dormían profundamente sin importar el ruido o movimientos alrededor, pues no se inmutó cuando él desconectó ese abrazo. Al menos, él se alegraba de que no hubiera sufrido otra pesadilla o sobresalto, eso seguro, pues su preocupación era genuina al respecto. No podía negar que sentía curiosidad por entender los motivos detrás de esa agitación que había presenciado horas atrás, pero también comprendía que hacer más preguntas sería introducirse en un terreno demasiado personal, algo que él quería evitar, porque eso implicaría que Josie podría empezar a importarle.

Seduciendo al destino (TERMINADA) - CopyrightedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora