CAPÍTULO 11

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Desnuda, rodeada por sus brazos, Josie dormía plácidamente con la espalda apegada contra los pectorales masculinos. Él sentía un regocijo indescriptible muy parecido a la sensación de calma, aunque Tyler no estaba muy seguro si se trataba de la calma que precedía a la tormenta o a aquella que llegaba al final de esta.

En la madrugada se habían despertado a comer, pero regresaron a la habitación bastante rápido. A pesar del frío, Tyler agarró dos cubitos de hielo de la nevera y los utilizó para tensar la carne íntima de Josie antes de calentársela con su lengua; jugueteó con los trozos de hielo sobre los pezones dejándolos fríos y duros, hasta que la escuchó sollozar de necesidad, solo entonces se los llevó a la boca, mientras su miembro se deslizaba en el interior de las paredes inflamadas del sexo; tan solo cuando estuvo a punto de llegar al clímax, Tyler puso a Josie bocabajo instándola a elevar el trasero para penetrar la húmeda vagina desde atrás. El vaivén de sus caderas, la forma en que ella empujaba hacia atrás para anclarlo más a su cuerpo, el roce de sus cuerpos resonando en la habitación, y el pálpito en el pecho por la intensidad de la conquista, los dejaron a ambos sin resuello, aunque saciados.

La cama de Tyler había sido solo el inicio de un encuentro de posibilidades.

Bañarse juntos resultó una experiencia sensual impregnada de gemidos y contundentes orgasmos. Josie se dejó llevar por las manos expertas, la boca pecaminosa y ese cuerpo que sabía cómo complacer a una mujer hasta dejarla exhausta. Ella sentía que con Tyler podía disfrutar el sexo y fluir con la mutua necesidad. Con él no experimentó el usual impulso de elevar sus barreras para protegerse del vendaval de emociones que significó entregarse a los delirios del deseo compartido. En ese encuentro de múltiples explosiones de placer lo único que tenía preponderancia era disfrutar. Él había cumplido su promesa de darle muchos orgasmos, aunque Josie sabía muy bien que ella se los había devuelto con deleite.

—Josie —le murmuró al oído y acariciándole el cuello con la nariz, aspirando el aroma tan sutil en ella. Le gustaba cómo se ajustaba perfectamente a su cuerpo.

Sus pieles se calentaban bajo el edredón y las sábanas. La temperatura exterior había descendido hasta -4 grados Celsius y con la nevada de toda la noche, las carreteras de seguro estarían complicadas de transitar, al menos hasta que salieran los rayos de sol de las once o doce de la mañana.

—Mmm —susurró somnolienta.

Ese era el sueño más plácido que recordaba en un largo tiempo. Se sentía protegida, a salvo, en esos brazos que la cobijaban.

Los hombres que llegaron antes de Tyler, tan fugaces unos y traicioneros otros, siempre la habían hecho sentir atractiva o bonita, pero ninguno consiguió que se sintiera necesaria, vital, tal como él lo hizo a lo largo de esas horas juntos. Con esa mirada, gestos y las palabras susurradas de todo aquello que le gustaba e iba a hacerle a su cuerpo, así como los gemidos espontáneos y también las risas cómplices, Tyler parecía no lograr saciarse de ella, como si el hecho de no tenerla y acariciarla cada instante provocara que el mundo se volviese un caos.

—Son las siete de la mañana y tengo que ir a la clínica —dijo besándole el contorno de la mejilla. Ella se giró para mirarlo—. ¿Dormiste bien?

Josie esbozó una sonrisa y deslizó los dedos entre los cabellos de Tyler.

—Dormir fue lo que menos hicimos toda la noche y madrugada —replicó.

—Ah, entonces la memoria está intacta —dijo en tono burlón—. Lo último que escuché fue que ibas a perder la capacidad de pensar coherentemente antes de que te quedaras dormida. Me alegra no haberte causado efectos secundarios.

Seduciendo al destino (TERMINADA) - CopyrightedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora