Después de nuestro largo viaje, Geralt y yo habíamos abandonado por fin las frías e inhóspitas montañas azules de Kaedwen, donde se encontraba la antigua fortaleza donde tanto él como el resto de brujos se habían formado desde niños.
La ciudad de Antigua era absolutamente preciosa. Estaba edificada en piedra y formaba un laberinto de callejuelas llenas de encrucijadas y baches. Las casas de los gremios, en las cuales nos habíamos alojado en nuestra breve estancia aquí, bordeaban la ribera como una hilera de palacios. El puerto de la ciudad, justo donde acabábamos de estar, era un lugar atestado de puestos con mercancías de toda clase; joyas, sedas, especias, instrumentos y muchísimas cosas más que yo jamás había podido imaginar siquiera que existían.
Nuestro barco esperaba imponente la llegada de los pasajeros. Gerald se encargó de pagar dos camarotes totalmente equipados con las comodidades que pudiéramos necesitar en el trayecto a Desembarco del Rey.
Intentaba no pensar demasiado en el motivo de nuestro viaje hacia la capital, pero era una tarea totalmente imposible.
–Pronto nos pondremos en marcha –Geralt se apoyó en la baranda junto a mí–. ¿Has podido comprar algo en alguno de los puestos?
–Sí, me dio tiempo a comprar un par de guantes que me gustaron –metí la mano en el bolsillo de mi pantalón y se los mostré.
–Vaya, vaya... veo que a alguien le gusta el encaje blanco.
Los dos nos reímos y volví a guardarlos.
–Los compré para la boda, creo que me quedarán bien –no quería que notara mi tristeza, así que me limité a observar la ciudad que estábamos a punto de abandonar.
Geralt se acercó y puso una mano sobre mi hombro.
–Ciri, si no quieres hacerlo no voy a obligarte, lo sabes.
–Lo sé –coloqué mi mano sobre la suya–. Pero tengo que hacerlo para poder ayudar a tus hermanos, Geralt. Los Hightower y los Targaryen son dos de las casas más influyentes de este lado del mundo. Y son los únicos que necesitan aliados en estos momentos, por eso nos ofrecieron este acuerdo.
Geralt me miró con tristeza. No le gustaba la idea de entregarme a un hombre del cual no sabíamos nada, pero no nos quedaba otra alternativa. Las cosas en nuestro hogar estaban cada vez peor y, si se avecinaba una guerra como estábamos seguros que acabaría ocurriendo, esta alianza podría ser nuestra única salida.
El barco por fin zarpó y yo estuve gran parte del viaje estudiando los libros que había podido encontrar en la ciudad sobre las costumbres a este lado del mundo. Había un sinfín de cosas nuevas sobre las cuales no tenía ni la menor idea, normas y reglamentos que para mí eran ajenos, pero que debía aprender ahora que iba a convertirme en princesa por segunda vez.
El capitán del barco nos informó de que ya estábamos a pocas leguas de la capital y nos apresuramos en preparar todo nuestro equipaje. El puerto de esta ciudad no era nada en comparación al de Antigua, pero también tenía su encanto. Se notaba que estaba más destinado al transporte de mercancías que a la pesca y al mercado.
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LA PRINCESA Y EL DRAGÓN | Aemond y Cirilla
FanfictionDespués de verse obligados a cumplir con su deber, Aemond y Cirilla deberán comprobar si su nueva vida juntos funcionará. ¿Temerá la princesa el fuego su dragón, o será el dragón quien huirá de la magia indómita de su amada?