El vapor que desprendía el agua caliente templó mi ánimo y caldeó mi cuerpo. Las pequeñas bolsas de tela que Aemond había añadido al agua de la enorme bañera contenían hierbas aromáticas que endulzaron el ambiente y me relajaron todavía más. Normalmente eran las sirvientas quienes se encargaban de preparar todo esto, y a mí no me hacía mucha gracia porque me sentía como una inútil, pero no quería faltar el respeto a Aemond ni a su familia, porque para ellos eso era una costumbre. Pero en esta ocasión, él mismo quiso preparar todo para ambos, para que pudiéramos disfrutar de un momento de intimidad sin miradas de más en la habitación.
Las gotas de sudor me corrían por la espalda, y ahora me encontraba algo mal por el contraste entre mi cuerpo húmedo y frío y el calor de esta habitación. Aemond se acercó a mí con una pequeña sonrisa en el rostro y comenzó a quitarme la ropa.
–Puedo hacerlo yo sola, tengo dos manos –le dije con una sonrisa en el rostro.
–Sé que puedes hacerlo sola, pero mis manos lo hacen mejor.
–¿También vas a limpiarme a lametazos? –me burlé. Aemond levantó la mirada y se rio.
–¿Quieres que lo haga? –supe que lo decía totalmente en serio cuando relamió su labio inferior para después morderlo.
–No, no seas guarro –me reí y le di un manotazo en el brazo. Entonces su expresión cambió y se puso pensativo–. ¿Qué ocurre?
–Nada, es solo que...–desvió la mirada un momento y volvió a ponerla sobre mí–. Me daba miedo no volver a escuchar tu risa.
Sus palabras hicieron que recordara que debería estar llorando, que debería estar rota de dolor, sin ganas de luchar, sin ganas de hablar, sin ganas de levantarme siquiera. Pero no podía hacerlo, Geralt no me había enseñado eso, y después de mi último sueño con él, sabía que me estaba aguardando en un lugar tranquilo y en paz. No podía permitirme estar hundida, ahora no. Podía estar triste, pero nada más.
–Mi corazón sigue doliendo, Aemond. Pero no puedo permitirme nada más ahora mismo.
–Lo sé, mi amor. Lo sé.
Aemond Terminó de desabrochar la parte de arriba y la dejó tirada en el suelo, no se detuvo a mirar mis pechos desnudos, ni acarició mi piel cuando esta se erizó al notar que ya nada la abrigaba. No intentó comenzar nada que pudiera hacerme sentir incómoda, y aunque él nunca me molestaría, agradecí su gesto, porque en este preciso momento me estaba respetando, respetaba mi duelo y me daba la oportunidad de decidir qué quería hacer.
Y puedo jurar por los dioses que el sexo con él era lo mejor que este mundo podía ofrecerme. Tener el privilegio de sentir nuestra conexión y nuestra unión haciendo el amor era un regalo. Pero no todo giraba en torno a eso, estos momentos también eran mágicos. El hecho de que ambos nos cuidáramos el uno al otro, demostraba que no solo nos amábamos de forma romántica, sino que también éramos amigos íntimos.
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LA PRINCESA Y EL DRAGÓN | Aemond y Cirilla
FanfictionDespués de verse obligados a cumplir con su deber, Aemond y Cirilla deberán comprobar si su nueva vida juntos funcionará. ¿Temerá la princesa el fuego su dragón, o será el dragón quien huirá de la magia indómita de su amada?