Capítulo 8. Nick

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Nick la vio marcharse a su habitación. Revisó las redes sociales. Había muchas fotos de sus antiguas ex, de algunas que ni siquiera conocía o solo había coincidido, pero le habían atribuido una relación... la verdad es que estaba cansado de todo eso. Las comparaban, las nombraban, ponían declaraciones, vídeos, fotos....

Llamó a Charlie.

—Hola, oye, ¿crees que deberíamos presentarnos ante la prensa o algo?

—Creo que no. Moira no quiere contármelo, pero dice que es importante que Allegra no salga en los medios. Se ve que algún tipo, puede que un ex, la buscaba.

—Joder, pero eso se denuncia.

—No quiere. No sé, Nick, la chica parece buena gente, pero debe de tener alguna cosa que quizá no te conviene. ¿Tan pillado estás por ella? ¿Te vale la pena?

—No tengo ni idea. O sea, sí, creo.

Nick paseó por el jardín, descalzo, preocupado. ¿De verdad ella le gustaba tanto?

—Oye, que si puedo sonsacarle algo a Moira, te lo digo, pero ella es muy fiel a su prima.

—Voy a hablar con Allegra, que me cuente todo y después decidiré si es mejor para todos que se quede o que se vaya. Tengo que pensar también en Joanna.

—Sí. No sé qué esconde esa chica, pero está asustada.

—Si es un maltratador, podemos arreglarlo, lo denunciaríamos. Yo la ayudaré.

—Eso no me lo tienes que decir a mí, díselo a ella.

—Gracias, Charlie.

Nick se sentó en una de las hamacas. Necesitaba pensar. Porque no quería perjudicar a su hija, ni su carrera, pero sentía algo muy fuerte por ella, algo que no recordaba haber sentido por nadie... desde hacía mucho tiempo.

Estuvo un rato allí, hasta que tomó la decisión. La apoyaría en lo que fuera, con todas las consecuencias.

Subió de dos en dos las escaleras, dispuesto a estar con ella y llamó a su puerta. Al no contestar, abrió. Quizá se había dormido.

La cama estaba sin deshacer. Miró en el armario y desesperado, se dio cuenta de que la maleta tampoco estaba. Bajó las escaleras, salió a la calle, cogió la moto y la buscó por la urbanización. Había desaparecido.

—Mierda, si no hubiera sido tan lento decidiendo, ella no se hubiera ido —murmuró cuando volvía a casa.

La puerta seguía abierta y la cerró. Todavía iba descalzo y se había arañado los pies, pero poco le importaba.

—Señor, me parece que usted tiene algo que me pertenece.

Nick miró a los dos tipos que estaban en su salón y se puso en guardia. Uno de ellos era más grande que él y cuadrado, y lo miraba de forma agresiva, con los puños cerrados. El otro era guapo, delgado y no tan alto, su rostro fino no engañaba, los ojos eran fríos y lo miraban retadores. Jugaba con una navaja mariposa en su mano, que movía con gran habilidad.

—Están en mi casa. Váyanse de inmediato o llamaré a la policía.

—Claro, llámela. Se divertirán mucho con Allegra. Ella irá directa al calabozo.

—No está aquí, se ha ido —dijo Nick al sentir que Joanna se asomaba por la barandilla.

—Ey, bambina, ¿no quieres bajar?

—¡No, Joanna!

El tipo grande se acercó a Nick y le dio un puñetazo en el estómago que lo dejó doblado. El otro subió a las habitaciones y las registró.

Luego, bajó con parsimonia las escaleras.

—Ha tenido suerte, capitán. Si ella vuelve, más vale que no la encuentre aquí, o su hija no será tan afortunada.

Ambos se marcharon por la puerta. Nick se sintió rabioso, y Joanna bajó corriendo las escaleras, aterrorizada. Se abrazaron.

—¿Dónde está Allegra?

—Se ha ido, creo que estos dos la perseguían. Voy a llamar a la policía.

—Pero han dicho que la llevarán a la cárcel.

—Es mejor que la detengan a... tranquila, lo arreglaré. Acuéstate, cariño. No tengas miedo, ya está todo cerrado y voy a poner la alarma.

—Tengo mucho miedo, papá.

Nick se conmovió y la tomó en brazos para llevarla a la cama. La dejó con su osito favorito y dejó la puerta abierta.

Luego, envió un mensaje a Charlie para que fuera pronto. El estómago le dolía, pero no era importante. Lo fundamental era avisar a la policía. Llamó también a su abogado y en menos de quince minutos, ya estaban los dos allí.

Nick explicó todo a su abogado antes de comentarlo a la policía que se personaría en breve y ambos estuvieron de acuerdo en que había que contarlo todo completamente, a pesar de que pudiera haber consecuencias.

Así que cuando llegó una inspectora a su domicilio, le hicieron un relato pormenorizado de los hechos. Moira, que había acudido con Charlie, estuvo con Joanna hasta que tuvo que declarar por qué había escondido a su prima allí.

—Ella era joven, inspectora. El tal Paolo la embaucó, para hacer alguna cosa que... bueno... no debería.

—Señorita Moira, si ella está en peligro, es mejor que nos lo cuente todo, porque si fue coaccionada, no tiene por qué ir a la cárcel —dijo la inspectora.

—Allegra tenía mucha habilidad con las manos, por decirlo de alguna forma, y, además, una gran intuición. Sabía cuál era el punto débil de algunas personas. Ella siempre me decía que era como si alguien le susurrara en su cabeza qué podría afectar a tal o cual socio de Paolo. Y gracias a eso, creó su banda, los Prendas, y se hizo bastante rico. Pero ella no quería estar con él. Lo dejó, y él como ya tenía una situación más o menos estable y la tenía localizada, la dejó ir. Pero creo que ahora las cosas le van mal. O eso se dice.

—Y quiere recuperarla —terminó Nick.

—Sí. Él me ha preguntado muchas veces por ella, pero tengo unos primos muy grandotes con los que no se atrevería a meterse. Allegra siempre estuvo sola.

—¿Y dónde crees que ha podido ir?

—Ella me dijo una vez que le gustaría volver a Italia, con la familia, pero no sé. Puede que Paolo la busque allí. Es muy valiosa para él, además de que está obsesionado, creo yo.

—Buscaremos en aeropuertos, pero si ella se ha ido de forma voluntaria, es complicado hacerla volver.

—Pero ese tío la persigue —dijo Nick desesperado.

—No tenemos pruebas concretas. Lo vigilaremos, sabiendo que es el cabecilla de Los Prendas, a los que les tenemos muchas ganas, pero sin algo, no podemos pedir una orden.

La inspectora se levantó.

—Si reciben cualquier noticia de la muchacha, díganle que vuelva. Si testifica contra ellos, la protegeremos.

—Gracias, inspectora —dijo Charlie levantándose y dándole la mano. Nick estaba sentado, con la cabeza apoyada en las manos.

Los policías se retiraron y Joanna se asomó a la barandilla. Bajó despacio y se sentó junto a su padre, que la abrazó.

—Papa, quiero encontrar a Allegra, por favor.

—Yo también, hija. Pero no sé cómo.

Una suave corriente de aire movió la libreta de direcciones que estaba encima de la mesa, dejándolos sorprendidos. Se paró en la m, en la m de Marga.

Nick cogió el teléfono rápidamente para llamarla. 

Entre tres palosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora