Capítulo TRES

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Conseguí sobrevivir al Domingo sin volver a usar ni desinstalar la maldita app. Necesitaba desesperadamente hablar del espectro de ese hombre con alguien, pero ¿con quién?

Mi amigo Félix era un gran candidato, pero ¿y si no me creía? No podía resistir la idea de hacer frente a sus burlas o peor aún, su lástima. 

Nos conocíamos desde los tres años, era casi mi hermano. Podía contarle todo, pocas cosas habían de mí que Félix no supiera. Muy pocas. A él podía contarle casi todo. Hablábamos de todo, el había atravesado la peor crisis de mi vida conmigo. Tan cerca como yo lo dejé estar. No muy cerca, pero cerca. Y él lo sabía.

Creo que podría haberle contado del fantasma en el espejo, quizá me habría creído. Pero elegí callar.

Había algo hondamente perturbador en ese rostro. Algo que clamaba el secreto. Algo que era sólo para mí, una primera pista que tenía por fin despertarme a una sabiduría desconocida y que yo quería y no quería seguir.

Afortunadamentepara mí, aquel Lunes Félix no fue al parque deportivo. Sus padres solían hacer viajes los fines de semana, supongo que la escapada familiar de ese fin de semana se extendió más de lo usual. Su ausencia me daba cierto alivio. 

Había elegido ir al club porque no quería estar solo en casa, pero tampoco quería enfrentarme con preguntas curiosas. 

Los otros muchachos y muchachas con los que pasé el día asistían conmigo al instituto, pero no eran ni tan cercanos ni tan avispados como para ver que yo estaba más extraño que de costumbre.

Desde luego, fue una de las muchachas, Martita, la que se olió algo raro y me llevó aparte con alguna excusa para preguntarme qué me pasaba.

—Max, a tí te sucede algo, ¿vas a largar el rollo conmigo?

—No es nada, Marta —ella odiaba profundamente que le dijeran "Martita". Todos nos referíamos a ella como "Martita", pero si estaba presente la nombrábamos como "Marta" o "Mar", en modo cariñoso —. No te preocupes.

—Si "no es nada" es que es "algo". No tienes que luchar sólo. ¿Has hablado con alguien de esto?Anda,  cuéntame.

—Ya he dicho que no quiero hablar de eso, no es nada grave, sólo cosas que he estado pensando y no quiero hacer un lío de ello. ¿Vale? Por favor, Mar, no me insistas con esto que no quiero tener a todo el mundo preguntando.

—Ya. Vale. Que no quiero pasarme de metida. Pero, me preocupo por tí. ¿Crees tú que podrías confiar en mí si esto que "no es nada" se te hace un pelín pesado? —mi cara de hartazgo y mi revoleo de ojos la convencieron de la conveniencia de cambiar el tema—. Vale. Vale. Que ya no te insisto. Pero cuenta conmigo, ¿sí?

Asentí para conformarla, aunque no quedó muy convencida. Siguió atenta a mí, con sus ojos curiosos buscando los míos a la menor oportunidad, pero supo disimular su interés y ya no volvió a sacar el tema en el resto del día.  

Minutos después de esta pequeña charla volvimos a encontrar a los muchachos camino a la piscina y luego jugamos voleibol y hasta casi caer la noche fue un día normal...

El filtro azul [#ONC2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora