Capítulo 8

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Pasaron los meses. Arnold y Peter superaron el colegio de educación infantil donde estaban inscritos, y fueron ascendidos a una escuela primaria.

El uniforme era un sencillo traje azul marino con faldas y mallas en el caso de las niñas, mientras los niños se conformaban con unos sencillos pantalones. Todos los niños llevaban un brazalete con el símbolo zafe, haciendo referencia a la ideología que Todd y sus compañeros militares habían creado.

Las clases eran grandes y de calidad, las calificaciones eran muy buenas en general. En cuanto a seguridad, había un protocolo en caso de ataque dafiro, y era muy fácil de seguir: si los dafiros invadían el territorio, los alumnos y los profesores abandonarían la escuela rápidamente y huirían por una puerta secreta al bosque.

La escuela tenía separados a los gemelos por clases diferentes para evitar que se despistaran en las lecciones, y llevaban el pañuelo del uniforme de diferente color para ser diferenciados.

A diferencia de su hermano, Peter adoraba la escuela, le encantaba aprender e investigar de cosas nuevas. Cada día Leda les llevaba a la escuela, y tenía que vigilar que Peter no saliera corriendo en dirección al edificio a toda velocidad, mientras que arrastraba a Arnold para que entrara.

Peter sacaba muy buenas notas, mientras que su hermano tenía más dificultad para aprender. Sin embargo, Arnold fue el que aprendió a leer primero, y mientras Peter tenía serias dificultades para diferenciar las letras, Arnold ya podía leer cuentos completos.

Leda y Todd no se lo explicaban, y dudosos de su condición, fueron a la escuela para preguntarle a su maestra qué le sucedía en clase. Ella les comentó que Peter tenía dificultades para ver de lejos y de cerca los objetos, y les recomendó que fueran al oculista.

Durante la cita, Peter no acertó ninguna de las letras y formas que el doctor le mostraba, incluso las describía como confusas manchas difuminadas. Su diagnóstico estaba claro: necesitaba gafas, y en cuanto Todd tuvo la ocasión, se aseguró de que hicieran las mejores gafas que pudieran hacer para él.

El mismo día, el doctor tuvo las gafas del pequeño. Eran redondas y grandes, de metal dorado y de alta calidad.

-Pruébatelas, niño.-Dijo el doctor.

Peter cogió las gafas y se las probó. Los cristales resaltaban sus ojos azules, le hacían verse incluso más hermoso. Cuando abrió los ojos y vio con las gafas por primera vez, se asustó al principio.

-¡Leda, papá! ¡Todo se ha vuelto muy claro!-Decía, creyendo que el mundo no era así.

-Es que el mundo no es borroso, Peter.-Dijo Leda.-Todo es como lo ves ahora. ¿Ves bien?

-¡Vaya! ¿De verdad es el mundo así?-Preguntó alucinado.-¡Toda mi vida es una mentira!

-Hijo, ¿creías que el mundo era borroso?-Dijo Todd.

-Pues sí... Creía que todos lo sabíais...

Peter se sintió humillado por haber creído eso toda la vida. Se sentía como un verdadero bobo... Pero tenía que reconocer que el mundo era más bonito claro y sin borronearse, todo se veía mejor, y Leda y su padre eran para él encantadores.

Cuando les vio originalmente se lanzó a abrazarles, como a su hermano, les veía tan hermosos... Y se vio a sí mismo por primera vez como es debido, todo era verdaderamente genial.

...

Peter podía presumir mucho en la escuela de sus gafas. A las niñas les parecía mono, muchas de ellas creyeron estar enamoradas de él, y Arnold aprovechaba la situación para sacar provecho amoroso... Aunque sólo tenían siete años...

Pero a Peter no le interesaban las niñas, él sólo quería conseguir su única meta: aprender a leer por fin. Ver por primera vez las letras y entenderlas le estaban acercando a aprender a leer, y estaba deseando saber cómo hacerlo.

Todd, Leda, Arnold y sus maestros le enseñaban tan bien como podían, y al cabo de unos meses, Peter ya era capaz de leer solo. Le encantaba saber qué ponía en los libros de todo tipo, primero en los cuentos clásicos, y después de que una maestra le diera para leer una divertida novela de piratas, comenzó a pasar las horas leyendo.

Aprender a leer era el arma más poderosa que había recibido nunca, especialmente después de haber conseguido sus poderosas gafas. Estaba dispuesto a ser un gran lector y un gran estudiante, y algún día si pudiera, ser tan grande y respetable como su padre.

En poco tiempo, Peter se leyó la mayoría de los libros de la biblioteca de su escuela, y mientras buscaba un lápiz para hacer sus deberes, encontró una habitación en su casa que no había visto antes.

Parecía sumamente elegante, era enorme y contenía infinitas estanterías llenas de libros. Desde el suelo hasta el techo, habría seis estanterías hasta los topes de toda clase de libros. Había incluso mesas y sillas para sentarse a leer, y al ver tantísimos libros juntos, a Peter se le hizo la boca agua ¿por cuál empezar...?

Fue cuando encontró a su padre leyendo uno de los libros. Se sorprendió al verlo.

-Hijo ¿Qué haces aquí?-Le preguntó.

-¿¡Todos estos libros son tuyos!?-Dijo Peter ansioso.

-Bueno... Sí. ¿Te gusta?

-¡Me encanta! ¡Quiero leer!

-Entonces veamos a ver qué puedo dejarte. -Todd se levantó de la silla, dejó el libro en la mesa y buscó algún buen libro con su hijo.

Pensando que podría haber libros para niños de su edad por la cuarta balda de la séptima estantería, subió en la gran escalera que tenía y buscó algo que le pudiera interesar.

Mientras tanto, Peter revisaba los títulos de la segunda estantería. Uno de ellos le llamó la atención, quizás porque hubiera un número en el título.

-Papá, ¿Has leído todos los libros de esta biblioteca?

-Claro.-Respondió él. No era raro saber de dónde había heredado Peter el amor a la lectura.

-¿Y qué opinas de este? Tiene un resumen confuso.

-Déjame ver.

Todd bajó de la escalera, cogió el libro y leyó el título. Nada más darse cuenta de qué se trataba, le retiró el libro a su hijo y lo dejó en la estantería más alta, en un intento de que nunca más lo cogiera.

-¡No vuelvas a cogerlo jamás!-Le dijo mientras se ponía rojo como un tomate.

-¿Por qué?

-Porque ese libro no es para niños.-Tomó un buen libro y lo dejó caer. Peter atrapó el libro al vuelo y lo ojeó, El Principito.-Ese te gustará, estoy seguro.

-Oh, ¡gracias!

Peter tomó el libro y se marchó alegremente, listo para devorarlo. Mientras tanto, Todd guardaba el otro libro para que Peter no pudiera encontrarlo nunca más.

50 sombras de Grey, ni siquiera se acordaba de donde lo sacó. Pero lo recordó. Debió de ser en aquella ocasión cuando era joven e inexperto, y por pura curiosidad compró ese libro. Reconocía que le había gustado, pero sabía que Peter no debía cogerlo de momento.

Con el paso del tiempo Peter fue devorando más y más libros, convirtiéndose en un gran lector, mucho más ansioso de leer que su hermano Arnold, que aunque disfrutaba de la narración de cuentos, no le gustaba demasiado la lectura. Y gracias a Leda y a su padre, los dos fueron grandes estudiantes.

PeterWhere stories live. Discover now