⁰⁶ ¿𝕻𝖊𝔮𝔲𝔢𝖓'𝔬 ﹖

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Sebastian se levantó de la silla, pensaba hacer las tareas pendientes pero no quería despertar a Ciel, que por primera vez en dos meses parecía estar durmiendo con tranquilidad. La habitación de Ciel tendría que sufrir unos pequeños cambios para que Sebastian confiara en dejar ahí a su pequeño de ojos grises.

"cerbero" llamó. "Hola, jefe ¿Qué necesita?" Cuestionó un chico de cabellos negros con orejas de perro color café. "Cambia la habitación a lo que te mostré ayer sin que sea tan notorio, trae la cuna primero. Y ni se te ocurra acercarte a Ciel." La amenaza salió de su boca con un tono tan natural, que Cerbero sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. "No se preocupe, jefe, no me acercaré al jefecito." Bromeó el can, ganándose una mirada de advertencia. "Espero que sepas que si no fueras de los demonios más poderosos...ya estarías muerto." Murmuró.

Cerberos lo sabía, el aire a su alrededor se había tensado, casi sujetándolo, como si una mano gigante lo hubiera apresado; soltó un pequeño quejido, un tercer y cuarto demonio aparecieron en la habitación.

"¿Berry?" Cuestionaron al mismo tiempo apresurándose a llegar a su lado para asegurarse de que su esposo estuviera bien. Sebastian disipó la solidez del aire al darse cuenta de que Ciel estaba un poco incómodo. "¡Sebastian! ¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso perdiste la cabeza?" Gritó Hades. "Cerbero, ahí tienes el favor que te debía." Susurró Sebastian. Ares y Hades voltearon a ver a su esposo pidiendo una explicación.

"No me lastimó, solo aumentó la densidad del aire, a un humano sí lo hubiera afectado, pero a mí no sólo me hizo creer que estaba en peligro para llamarlos." Explicó con una sonrisa gigante. "Estás castigado, espero hayas esperado eso." Replicó Hades dedicándole una mirada de decepción a su esposo y una de disculpa a Sebastian antes de desaparecerse. "Te dije que no saldría como esperabas."Suspiró el demonio. "¿Quién dijo que esto no era lo que esperaba?" Murmuró el can antes de desaparecer.

Sebastian chasqueó los dedos dos veces para que la habitación de Ciel cambiara teniendo en cuenta lo que el pequeño necesitaría, los muros que antes eran negros se pintaron de azul con estampas en forma de nubes blancas, la cama con doseles azules que estaba pegada a la ventana ahora tenía barandales retráctiles para evitar caídas.

El piso de madera se cubrió con tapetes de foamy de color azul claro y gris, un cambiador apareció a lado de la cama, un mueble de color blanco se llenó de juguetes.

Suspirando, Sebastian se quitó los zapatos y se dirigió a la cuna, recostó allí a Ciel con cuidado de no despertarlo y colocó el monitor de bebé asegurándose de que estuviera encendido y pudiera escuchar a Ciel.

Salió de la habitación para terminar sus deberes y encargarse de la empresa, debía asegurarse de que Ciel estuviera tranquilo por un tiempo.

Tres horas más tarde el monitor le alertó del llanto de Ciel, para su suerte, todas las tareas de la semana ya habían sido realizadas.

Ingresó a la habitación del pequeño recordando quitarse los zapatos. Ciel se había despertado e intentaba salir de la cuna, tal vez se asustó al sentirse encerrado.

"Ciel." Llamó Sebastian, el pequeño alzó la mirada, sus lamentos bajaron en volumen. "Sebas, 'bajo." Murmuró con dificultad. El demonio se apresuró a retirar los barandales.

Detuvo a Ciel en cuanto intentó bajar por su cuenta, negando con suavidad cuando Ciel lo miró intentando entender la razón de las acciones de su mayordomo, que sólo lo cargó para sentarse en la cama colocándolo en su regazo.

"¿Qué ocurre Ciel?" Cuestionó. "Sólo 'ncerrado."Sollozó el infante. "¿Te asustaste por que estabas solito y encerrado?" Un leve asentimiento fue la única respuesta. "Quiero decirte un secreto, nunca te voy a dejar sólo...¿ves esta marca en mi mano?" Pausó unos segundos para percibir la respuesta, Ciel asintió con debilidad. "Es un símbolo de nuestra unión, yo tengo que mantenerte salvo y sano hasta que seas mayor y podamos cuidarnos entre los dos. Nuestro lazo es muy fuerte, yo puedo saber con exactitud en dónde estás, si estás con alguien, lo que estás sintiendo, si estás lastimado..." Ciel incitó una pausa "¿Yo también puedo?" Cuestionó, sus ojos, nariz y labios rojos, irritados por el llanto. "Puedo enseñarte, conforme vayas creciendo tu energía espiritual crecerá y se hará más fuerte. Con ello tus habilidades se fortalecerán y podrás hacerlo también." Ciel parecía contento con la respuesta, de la nada sus ojos se desenfocaron y su respiración se volvió agitada. Sebastian sabía a la perfección lo que estaba ocurriendo, mas no la reacción que esto causaría en Ciel. "Mi habitación...¡Perdón! ¡No fue mi intención!" Sollozó intentando zafarse del abrazo tranquilizador de Sebastian que negó con suavidad.

"Necesito que me respondas algunas preguntas, Ciel." Al sentirlo tensarse en sus brazos aclaró. "No te abandonaré zum-zum" El cuerpo del pequeño se relajó un poco ante la mención del apodo. "¿Cómo te sentiste mientras eras pequeño?" Ciel meditó un rato, sus mejillas se tornaron rojas y las lágrimas volvieron a recorrer su camino hasta el chaleco de Sebastian. "No lo merezco, lo lamento, no lo merezco." Murmuró, Sebastian entendía un poco al pequeño. "¿Qué sientes?" Cuestionó, de alguna manera Ciel entendió lo que Sebastian preguntaba. "T-tu mano." Susurró. "Muy bien, ¿qué sentiste cuando estabas en tu pequeño espacio?" Cuestionó, manteniendo su voz y aroma en calma, Ciel se estremeció, casi sintiendo los latigazos n su espalda, pero si no respondía el castigo sería peor. "Bien, me sentí bien lo siento, lo siento. Por favor castígueme." Ante eso Sebastian se sorprendió. "No hay nada por lo que debas ser castigado, Ciel." Susurró.

Ciel continuó susurrando lo mismo, Sebastian lo pensó, había una manera.

"Ciel, mírame a los ojos." Pidió, Ciel lo hizo. "Mantén tus ojos en los míos, así, muy bien." Con lentitud lo rodeó con su aroma. "Respira profundo, justo así." Poco a poco, Ciel se tranquilizó, Sebastian suspiró aliviado. "¿Quieres seguir siendo pequeño? Si no, dilo, respetaré tu decisión."

En ese momento, Ciel recordó lo cálido que se sintió cuando Sebastian lo cuidó y lo frío que había sido antes.

"Quiero...¿Puedo?" Cuestionó en un susurro. "Puedes, lo mereces."

𝚺𝛈𝛂𝚳𝛐𝛄𝛂𝛛𝛐 𝛛𝛜 𝛖𝛈 𝚮𝛖𝚳𝛂𝛈𝛐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora