Shake your feet to the beat
get a window seat
You can feel the heat
and you feel complete
You're poppin' it, lockin' it
round-the-clockin' it
Everybody's talkin' it
'cause you're rockin' it
Dance, baby!
Just dance, baby!
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀━─────╮•╭─────━
Colec...
He estado un poco estresado pq no puedo escribir, cualquier cosa que sale es una asquerosidad y no estoy muy conforme con nada así q es un milagro haya podido terminar esto
Este es un escrito que tengo desde hace meses pero recién ahorita pude terminar, espero esté todo bien
Tw: Vómito, crisis mental, mención de comida, trastornos alimenticios, religión y depresión
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A la luz de la luna, en plena madrugada de verano, un hombre de mediana edad se sentó en su comedor frente a una enorme pila de comida de todo tipo.
Su estómago gruñía, pero su garganta se sentía apretada. Él miró hacia abajo, observando su abdomen sobresaliente. Estaba tan gordo, pero a su vez tan hambriento, su estómago estaba vacío y aun así se sentía tan lleno.
Él era tan horrible.
Sus ojos picaban y sus labios temblaban, la angustia en su corazón finalmente le dio el valor a sus manos, quienes abandonaron los cubiertos que sostenían y atacaron ferozmente el cúmulo de alimentos sobre la mesa, sin quietud ni elegancia, con desosiego y tosquedad, agresivo en su misión, actuando como un completo animal.
Llenó sus puños con comida y las introdujo a su boca, una, otra y otra vez, disminuyendo el monto rápidamente y solo dejando las migajas esparcidas por la mesa, el suelo y las comisuras de sus labios, de haber sido otra cosa, habría parecido una masacre, una escena del crimen.
Lo era, a su extraña y singular manera.
Finalmente, el montículo desapareció, con apenas manchas y sospechas de que alguna vez había existido, sus restos yacían entre los dedos y labios manchados de su perpetrador, pero no era nada que una pequeña limpieza no podría quitar, lo que jamás se borraría ni con millones de lavados sería la culpa del asaltante, dicha que ya se presentaba sobre su estómago.
Una arcada bastaría para enviar al violentador al inodoro, hincado y cabizbajo como un pecador que implora perdón de su Dios, llorando y rezando como aquel que fue condenado a la eternidad en el infierno. Su garganta expulsando lo ingerido como lo habrían hecho Adán y Eva tras arrepentirse de su desliz.
Al final no era muy diferente a ellos, los tres serían desterrados del paraíso tras ingerir el pecado, provocando la rabia de Dios y la burla de satanás.
¿Cuán distinto era el ser humano del pez, si ambos perecían por su boca?
Finalmente, el pecador terminó de vaciar el contenido de su estómago y cayó al suelo, arrastrándose por el piso hasta el rincón más cercano, donde esperaba el juicio de Dios no lo afectara.
Así comenzó el silencio ese verano.
[…]
Heinz no tiene idea de cuánto tiempo estuvo mirando un punto fijo en la pared. No había notado la luz cambiando de ángulo y color en el suelo, ni el aumento y descenso de la temperatura, ni el transcurso del tiempo o el endurecimiento de la suciedad en su cuerpo y ropa.