Ojalá sea hoy

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1


Nunca antes había llovido tanto sobre un corazón en esta Tierra.

Si un rayo de esperanza pudiera atravesar las pupilas del enamorado y fenecido, poco tímido, ahora muy retraído, al bordo de la locura, otrora sonriente, Stingy... Si tan sólo alguien, en algún campo de batalla, pudiese verle destruído, le donaría su corazón en una sagrada promesa de que, aún recordando el pasado, no volvería a sufrir por un amor.

Cualquier bestia interdimensional, sin comprensión del sentimiento humano, preferiría terminar con su existir, a continuar viendo los huecos inexpresivos y llenos del dolor más punzante y eterno. Tan sólo rescoldos de lo que, ese mismo día, él fue, ahora una rota ella, no será.

En un segundo, o tal vez en poco más, el tiempo se congeló para Stingy; En tan sólo un par de movimientos pélvicos de su amado, o tal vez un poco menos, Stephanie yacía al borde del final, del momentum más desgarrador, no sólo para su vientre, sino para el de Stingy. Desde el fondo del estómago, hasta la punta de los pies, el suelo se desmoronó y le soltó en caída libre.

Stingy no puede hacer nada para evitar la descarga interminable del torrente de Sportacus, tampoco puede evitar la inmensidad y profundidad del grito ahogado de Stephanie, mientras sus ojos se iban de vacaciones, muy al Norte de su propio Universo. Sólo las manos del hombre más increíble de la ciudad podrían salvarle, sólo sus brazos se convertirían un hogar, donde permitirle a su corazón latir y volar. Pero eso no iba a suceder.

─Pe... pero... eso es... mío...─ tan sólo pudo murmurar nuestro entrañable hombrecillo del moño rojo y el chaleco del color del amanecer.


2


¿Cuántos días habían pasado?, ¿Cuánto tiempo había dormido?

Lo que parecían semanas, desde el ominioso mundo de las pesadillas, probablemente sólo fuesen algunas horas, pero no había forma de medir el tiempo, cuando el tiempo ya no importa para uno, ni el tiempo ni la vida.

Stingy no podía reconocer el sitio donde se encontraba, pues sus ojos le ardían tanto y estaban tan pegados entre sí por las lágrimas; Sin embargo, reconoció la calidez de las sábanas, el aroma impecable y armonioso en el aire. Trixie.

Su hermana lo amaba, haría lo que fuera por él, aunque eso significara tener que mentirle a sus padres sobre la razón por la que su hermano se había desmayado en la plaza de la ciudad y haya tenido que ser, casi literalmente, arrastrado hasta su recámara.

─Sé que esto no va a ser fácil de decir, pero necesito, de verdad necesito, que me cuentes qué pasó. Desde tu perspectiva─ espetó, antes que Stingy le dijera lo obvio.
Sportacus y Stephanie habían armado un espectáculo insuperable. La plaza terminó empapada entre fluídos de un aroma similar al ácido úrico y de algo que, por más extraño que pueda parecer, dejó un espectro blancuzco sobre el piso, ahora pegajoso, tal vez hasta el fin de los tiempos.

─Yo *suspiro*, yo... yo lo amo, Trixie─. Logró decir, con la mirada baja y sin llanto, pues su corazón se deshizo tanto, que simplemente no pudo llorar más; Aunque no pudiese recordar el momento en que lloró o cómo fue llevado hasta su habitación. ─Sportacus y yo... le escribí una carta, la carta más bella, para que él me hiciera tal cosa... dame un minuto, ¿Si?─ Trixie asentió con la cabeza, mientras le ofrecía una botella de agua purificada, marca registrada BOZZ, a su amado hermano.

StingyTacus - Serendipia de pasión en Lazy TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora