Devórame esta noche

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Sonaba el bombo, la caja y una línea de bajo; Un conjunto de cuerdas vibrando en un arreglo, escalando en cuartas, otorgando sed de continuar. El beat bombeaba la sangre del corazón y hacia mantenerse erguido al Sportacus de doce pulgadas.

La respiración de Stingy se entrecortaba, apenas y podía soportar tanto grosor. En la habitación había tanta longaniza y tantos huevos que la cita sexual ya parecía almuerzo.

Golpeteos en la pared, rechinidos en la cama, cráteres en el colchón, cráteres en Stingy, Stingy sobre Sportacus, Sportacus sobre Stingy, Sportacus por toda la cara y boca de Stingy...

La noción del tiempo no existía cuando éstos dos pasaban las horas juntos. Aunque los padres de Stingy no sospecharon ni una sola vez, puesto que todo estaba siempre arreglado a base de coartadas, mentiras y falta de comunicación. La verdad, esque a Trixie no le gustaba tanto la idea de que su hermano pasara tiempo con ese señor maduro que, a todas luces, rebosaba de una precaria, laxa y casi inexistente, aura de confianza. Su reputación le precede como el guardián  de la ciudad, pero su maldita reputación, siendo del conocimiento popular sólo hasta hace poco, te hacía pensártelo dos veces antes de estar cerca suyo. Al menos así era para todos, menos para Stingy y Stephanie.

Antes vecinos, ahora, enemigos naturales; Ambas mujeres proclamaban ser las más perras de Lazy Town, pero la única verdad rotunda era que, no importaba cuál de las dos ganara, Sportacus ganaba. El corazón del bigotudo yacía en su verga, en sus biceps y en sus nalgas de diamante y azucar impalpable.

Stingy recién había perdido su virginidad, pero la experiencia que otorga la repetición, le volvió una coleccionista de orgasmos. Aunque para ello tuviera que perder sus energías, la estabilidad en sus piernas y tragar inmensas cantidades de la semilla, viril y llena de proteínas, de su hombre.

La faena fue extensa, pero al cabo de, no se cuánto tiempo, ambos amantes cayeron rendidos, con Stingy apoyada sobre el pecho de su macho depilado con láser. Las preguntas del lecho pasional comenzaron, la cháchara, galimatías entre trastabilleos versales y vocablos mudos, producto del sueño, pero todo acompañado de ese sosiego afable y anhelado.

La noche era fría en el exterior, pero en la habitación, la historia era completamente distinta.
Sportacus sentía ganas de un round más, sólo uno... Pero Stingy ya no podía más, si tan sólo existiera la forma de saciar sus ganas con el cuerpo inerte e inconsciente de su jóven, y dispuesta a todo, amante.

¿Por qué no usar un poco de esos fármacos que sustrajo de unos pandilleros la semana pasada? De todos modos, no era en su cuerpo que iba a inyectar esa mierda. En esos momentos, él sólo pensaba en volver a vaciar el tanque, dentro y encima de una incauta alma que sólo quiere encontrar el verdadero amor.

Las horas pasaron y, eventualmente, Stingy despertó, producto de la tremenda sed que, suponía, sentía debido al extenuante esfuerzo físico previo. Con una delicada mano, en un movimiento lleno de parsimonia, sujetó las sábanas y las apartó. Extendiendo sus piernas fuera de la cama, sus delicados pies tocaron el suelo frío; Los ojos de Sportacus permanecían cerrados, pero se mantuvo despierto a escondidas. Frente a él, existía la oportunidad de ver el cuerpo de su delicada chica, desnudo y caminando a hurtadillas rumbo a la cocina.

El enorme trozo del musculoso hombre desnudo, comenzó a crecer, pero no con la misma intensidad del primer día. El sexo era fenomenal, la conexión mental, exquisita. No obstante, Sportacus no había tenido otra pareja sexual desde hacía mucho tiempo (mucho tiempo para él, pues sólo habían pasado dos semanas desde que todo había comenzado).

A su retorno, Stingy observó a su amante, perfecto, ardiente, recostado y despierto. Su mirada se podía leer fácilmente, un tanto impaciente, un tanto tranquilo. Una paradoja que sólo significaban malas noticias.

─Stingy... me es de extrema necesidad el hablar contigo en este preciso momento.─ Dijo el señor de la embergadura más jugosa y aromática del pueblo. ─Existen cuestiones que debemos tratar, previo al avance de nuestros encuentros.─

─Te sientes enjaulado, ¿No es así?─ Dijo, como siempre, directo al blanco y sin tapujos, la desnuda figura de "S".

─Enjaulado no sería la palabra que usaría.─ Prosiguió el avatar de la pasió. ─En tu ser se aloja la esencia de la máxima expresión de la pasión, del rendimiento sexual y todo lo que siempre he anhelado en alguien.─

─Pero...─

─...Pero, cuando un leñador requiere talar muchos árboles, necesita ir afilando su hacha entre cada abedul, entre cada abeto, entre cada pino.─ Desvarió, obviamente, el poco directo, ahora poeta, papacito trágico. ─Tú eres mi misión de cada noche, el enorme roble que quiero seguir talando en cada ocasión, con mi gran herramienta.─ Continuó, entrecerrando los dientes y sujetando su entrepierna con enorme fiereza. ─Sin embargo, necesito afilar mi hacha para poder seguir cortando. Necesito un poco de tiempo fuera, chiquito. No es personal, necesitamos ver a más personas...─

─¿Estás terminando conmigo?─ Interrumpió súbitamente, y al borde de las lágrimas, la adolorida Stingy.

─No, no, no, nada de eso. ¡Para nada!─ Respondió apresuradamente su perforante macho ─No quiero que esto termine, sólo propongo que ambos nos demos un par de días libres entre encuentros, de ese modo, no sólo tendremos más ganas de vernos, también podremos adquirir nuevas experiencias con más personas.─

Su corazón estaba frágil, tal vez por tanto ejercicio, tal vez por la impactante noticia. Stingy sólo sabía que no le gustaba esta realidad, la cual azotaba como tsunami sobre su rostro.

Stingy está a punto de conocer las consecuencias de amar a un hombre mayor, un hombre que tiene dos caras, un hombre que por el día te sonríe, pero por la noche es un viejo mañoso que acaricia las partes más rosadas de una perra destruye hogares, por debajo de su falda, también rosada.

StingyTacus - Serendipia de pasión en Lazy TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora