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EIREENE SE ENCONTRABA TRENZANDO EL CABELLO DE SU ESPOSO, MIENTRAS HABLABAN SOBRE LA HERENCIA QUE PORTABA LA TARGARYEN. Después del terrible incidente en donde se cobro la vida de su hermano mayor Viserys, ella y su hermana habían estado un poco más tranquilas y relajadas, tal vez sonaría horrible pero la muerte de su hermano las había liberado, sobre todo a Dany pues ella había sido su esposa, lo que era mucho peor. Con el paso de los días el estómago de Eireene Targaryen se iba haciéndose notar, en cambio el estómago de su hermana Dany, aún no era lo suficientemente visible, pues apenas comenzaba la gestación de su bebé.
— El semental que monta al mundo no necesita sillas de hierro.
Habló Drogo en Dothraki mientras dejaba que las suaves manos de su mujer trenzaran su cabello largo.
— De acuerdo con la profecía el semental cabalgara hasta los confines de la tierra.
Contraataco Eireene.
— La tierra termina en el mar de sal negro. Ningún caballo puede cruzar el agua envenenada.
— La tierra no termina en el mar, existen mucho barro más allá del mar. El barro donde yo nací.
Lo último, la peliplateada lo murmuró con nostalgia. Ella realmente extrañaba y anhelaba regresar a lo que alguna vez fue su hogar.
— No barro. Tierras.
Corrige con una sonrisa de lado Drogo. Eireene se sonroja y también sonríe. Aún tenía fallas en su Dothraki, pero había mejorado notablemente.
— Tierras, si. Hay miles de barcos en las ciudades libres. Caballos de madera que vuelan a través del mar...
Drogo suspiro profundo y cerro los ojos cansado.
— No hablemos más de caballos de madera y sillas de hierro.
— No es una silla... Es un trono.
— ¿Trono?
Pregunto curioso Drogo. Esa era una nueva palabra para él.
