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EIREENE SE ENCONTRABA EN UNOS DE LOS TANTOS PALACIOS DE QUARTH, ESPERANDO al Rey de las especias, el segundo hombre más rico de Qarth, según palabras de una de sus damas de compañía. Una noche anterior había corrido la dama de compañía a la habitación de la Targaryen mayor y le había dicho que el Rey de las especias era el segundo hombre más rico y que tenía bajo su manto varios barcos que podrían ayudarla a cruzar el Mar Angosto junto con su Khalassar, hermana y dragones. Obviamente eso a Eireene la lleno de esperanzas, pero sabía de antemano que el hombre no le daría sus barcos gratis, que querría algo a cambio, así que tenía una propuesta que René esperaba que fuera lo suficiente atractiva para el Rey de las especias y así darle sus barcos.
— No debe hacerme esperar.
Dijo con voz molesta Rene mientras caminaba en círculos.
— Es el segundo hombre más rico de Qarth. Hace esperar a todo el mundo.
Respondió Xaro viendo con una pequeña sonrisa a Eireene.
Rene bufo molesta y justo cuando estaba a punto de perder sus estribos un grito alegre inundo sus oidos.
— ¡Madre de dragones!
Eireene subio la mirada hasta el inicio de las escaleras y por fin pudo ver a quien sería su beneficiario de barcos, si es que aceptaba su propuesta.
— Perdóname, tuve sueños terribles anoche. Sueños terribles. No pude dormir hasta que brillaba el sol y cantaban las aves.
El hombre regordete y lleno de joyas miro de abajo hacia arriba a Eireene, cautivado totalmente por su belleza etérea.
— Mira que maravilla eres, sin la arena del Desierto Rojo. Lamento todo ese asunto tan desagradable. Los cabellos plateados del verdadero Targaryen y sus ojos completamente violetas son admirables de ver. Eres tan hermosa.
El hombre empezó a bajar las escaleras, provocando que toda su grasa corporal rebotara en el acto.
— ¿Mis criados no te ofrecieron algo de comer o beber? Los azotarán en la plaza.
