Botargas y plumas azules

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– ¿Una fiesta?

– Sí, vamos, acompáñame, va a ser divertida, por favor, por favor – juntó sus manos en forma de súplica.

– ¿Por qué quieres que yo te acompañe?

Jazmín llegó temprano a mi trabajo para pedirme un extraño favor. Nunca hemos convivido mucho, y cuando estuvo cubriendo a Carolina, eran solamente peleas entre las dos.

– Porque sé que no tienes nada que hacer en tus tristes fines de semana, y porque no tengo amigos.

– ¿Y a mí qué me importa que tú no tengas amigos?

– Ya Andy, deja de ser tan grosera – escuché a Caro regañarme.

– Vamos, yo sé que nos podemos llevar bien, aunque sea una vez, somos de la misma edad, tú sabes – soltó una pequeña risa, la miré con los ojos entrecerrados, dejó salir desde lo más profundo de su ser el suspiro más largo –. Y le diré a mi tío Jason que te suba el sueldo.

Sonreí de oreja a oreja por su propuesta.

– Acepto – le dije mientras ponía la cabeza de la botarga en mi cabeza –. ¿La fiesta será de alguna temática?

– Sí, será de disfraces – la miré confundida por su respuesta.

¿Quién hace fiestas de disfraces a mitad de año?

– ¿Por qué de disfraces?

– Yo qué sé, pregúntale eso al organizador de la fiesta.

– Vaya, ¿tú cómo conseguiste que te invitaran si no tienes amigos?

– Oye, estás haciendo muchas preguntas. Pero respondiendo a tu pregunta, mi novio me invitó y bueno, sé que él también va a querer su espació durante la noche, así que no quiero estar sola.

– Yo no quiero hacer mal tercio.

– Ya encontrarás alguna persona atractiva por ahí – bufé, ya había aceptado.

– Bueno, llevaré esta botarga – salí caminando del local con el nuevo cartel de publicidad.

– No, no puedes llevar esa cosa vieja.

– Pero no tengo dinero para otro disfraz.

– Ugh, bueno, te daré algo de dinero para que te compres algo bonito, pero que sea bonito, Andrea.

– Está bien, déjale el dinero a Carolina, yo no puedo agarrar nada con esta botarga – se acercó a mi amiga y le dejó lo que le dije.

– Okey, pasaré por ti a tu casa, ¿sigues viviendo con tu mamá?

– No, me corrió – respondí.

– Era de esperarse, bueno, pásame tu dirección por instagram y yo te iré a buscar el próximo sábado a las ocho – asentí –. Bueno, me tengo que ir, mi papá me dijo que lo fuera a buscar.

– Está bien.

– Adiós, nos vemos Caro – lo último lo dijo en un tono un poco más alto, la vi desaparecer por las escaleras electrónicas, solté un suspiro.

– Oye, Andy – voltee a ver a mi amiga, avance hasta ella –. ¿Ese no es face?

Mi alma se llenó de pánico al pensar que él había vuelto después de un buen tiempo. Giré con la esperanza de mirarlo, pero me desilusioné al ver que no era face.

– No, sólo se parece a él – respondí cuando la volví a mirar.

– Ya no ha venido por aquí, ¿le habrá pasado algo?

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