Tú no

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– Por favor, déjate ganar – dijo en un susurro.

– Ni loca, juego esto con mis hermanos desde que nací – respondí intentando no perder.

– ¡Ay, por favor! – Face cerró finalmente sus ojos y yo solté un pequeño grito de felicidad.

– Te dije que no podrías ganarme, tonto – mi amigo frotó sus ojos, yo no lo hice, llevo rímel en las pestañas y no quiero parecer mapache.

– Oye, basta de insultos, siempre me estás ofendiendo – lo miré y le sonreí. Él me devolvió el gesto.

Tenía sus ojos rojos por tenerlos tanto tiempos abiertos.

– Bien, ya no te ofenderé – miré el reloj de la pared –. Uy, ya es tarde.

– ¿Para tu trabajo? – Asentí, tomé mi mochila y entré a cambiarme el uniforme.

Tendré una junta con el maldito mocoso que me contrató para ser su ayudante, la verdadera razón por la cual acepté es porqué me dijeron que con ello puedo comenzar a tener mis propias sesiones.

– Te acompaño – escuché decir a face cuando salí del baño. Asentí con la cabeza.

– Sí, sólo le voy a avisar a Caro que ya nos vamos – él asintió, llamé a mi amiga para poder avisarle, pero no respondió.

Bufé, no puedo llegar tarde, Peter es demasiado intolerante, ni siquiera sé si él conoce la palabra "tolerancia".

Iba a llamar de nuevo a Caro, pero cuando la vi subiendo las escaleras eléctricas me relajé.

Tomé de la mano a face para empezar a avanzar, cuando llegamos hasta la mujer de cabello ahora azul lo solté.

– Ya me voy, terminé de contar el número de bolsas de papel y las bolsas de tela, solamente me faltaron los popotes, pero como son menos de dos docenas, te los dejé a ti – Carolina me miró mal.

– Siempre Jason te deja los trabajos más fáciles, mientras yo debo matarme atendiendo a las personas – dejé un beso en su mejilla.

– Adiós Carito – escuché a face despedirse. Él y Caro se han vuelto cercanos, y no los culpo, pienso que él pasa más tiempo en la plaza que en su propia casa o trabajo.

Una vez le pregunté acerca de las fotos que nos sacó a mí y a Jazmín la primera vez que nos vimos, bueno, que yo lo vi, me contestó que era para un encargo de la agencia de fotografía donde trabaja.

– Bueno, iré primero a casa para poder darle de comer a Lucy – le comenté a face.

– Vas a llegar tarde a tu trabajo – lo miré y asentí.

– Pero no puedo dejar a Lucy hambrienta, prefiero llegar tarde a dejar a mi bebé sin comida.

– Nuestra – miré con una ceja alzada a face.

– ¿Perdón? Yo no pienso compartir a mi bebé – face abrió la boca indignado.

– Bien, grosera – dijo pasando a mi lado bajando por sí mismo las escaleras eléctricas, solté una pequeña risa.

No lo seguí, solamente lo veía alejarse. Cuando llegué abajo no lo vi, supuse que se fue, así que caminé a la salida que da hacia la calle. Antes de que pudiera salir de la plaza, sentí un jalón de mi brazo.

– ¿Qué haces aquí? – Le pregunté a mi hermano.

– ¿Tú nunca saludas con educación?, ¿Mari y yo te hemos educado de esa manera? – Le di una mirada de incredulidad.

– Claro que no, ¿cómo podría aprender algo malo de dos personas que le aventaron globos de pintura al carro del señor que los reprobó en literatura?

vagonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora