Capítulo Seis

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Avery

Meghan Langley. Una búsqueda rápida por Google arrojó más de cientos de resultados: información personal, noticias y fotos. ¡Y sorpresa! Si llegué a tener el presentimiento de que la mujer venía de dinero, dada su costosa vestimenta y su confianza en asegurar pagar todos los gastos de alquilar mi vientre, y hablamos de más de cien mil dólares, según investigué —¡Cien mil santísimos dólares!—; descubrí que se trata de una multimillonaria dueña de una de las compañías aeroespaciales más importantes del mundo.

Una mortal común y corriente, ¿no?

Por momentos no sé si reír de diversión o histeria ante la serie de locuras que me han ocurrido en este nuevo año y de las cuales el horóscopo no me avisó.

—De acuerdo, me teñiré de pelirroja y esperaré a que aparezca mi sugar daddy, es un hecho —comenta mi amiga en una risa—. Dios, Avy, estas cosas solo te pueden pasar a ti.

—Estoy segura que estoy pagando por algo de mi vida pasada.

—Bueno, podría ser peor.

—¿Tú crees? —Arqueo mis cejas incrédula—. ¿Algo peor que ir a una clínica de fertilidad, que se confundan de paciente y termines embarazada del bebé de otra mujer?

—Si lo dices así suena mal. Y a que te has fumado algo. Pero, míralo ahora de esta forma: obviando la terrible confusión, podrías tener la oportunidad de ayudar a una mujer a tener al bebé que ha deseado por mucho tiempo, con la adición de que serás remunerada por ello —dice, recordándome en el proceso que ciertamente no soy la única víctima—. Ahora, no quiero que pienses que te estoy diciendo que tengas que seguir con el embarazo...

—Todavía no sé si lo estoy.

—En caso de que lo estés —continúa, en un tono que enfatiza que no la dejé terminar—. Como te dijo la guapa millonaria, la decisión al final es tuya. Es tu cuerpo, tú decides.

—No quiero tener que elegir. Es mucha presión —gimoteo.

—Lo lamento, Avy, pero es así.

—¡Maldita sea! No se suponía que esto pasaría —gruño cubriendo mi rostro con mi mano libre.

—La vida es impredecible. Desafortunadamente ahora solo te queda hacer frente a los hechos.

—No sé qué hacer —musito sintiendo un nudo en mi garganta. No estoy segura si mi constante llanto se debe a las hormonas o a la delicada situación, probablemente ambos, pero bien podría estar haciéndole competencia a María Magdalena.

¿Qué se supone que es lo correcto aquí?

—Sea lo que sea que elijas, tienes mi apoyo, Avy. Incluso si quieres quedártelo.

—¿Puedo hacer eso? —Frunzo el ceño, confusa por lo último.

—De estar embarazada, sí, pues técnicamente también ese bebé vendría siendo tuyo.

—¿Estuviste investigando?

—Por supuesto. Creo que apenas he dormido pensando y buscando información al respecto.

Hago una mueca ante la afirmación, pues no me gusta la idea de estar afligiendo también a mi mejor amiga.

—Lo siento.

—No lo hagas. Ya te dije que nada de esto es tu culpa. Y por supuesto no pienso dejarte sola.

—Yo... No estoy segura de estar lista para ser madre —digo después de un minuto de silencio meditándolo.

Después de largas horas de meditación e investigación, comprendí mejor acerca de la maternidad subrogada, mejor conocida como vientre en alquiler, en cuya práctica la mujer gestante renuncia a su filiación, es decir a sus derechos como madre, a favor de otra persona o pareja, sea fruto de una acción altruista o por un contrato donde previamente se establecen los derechos y obligaciones de las partes. Sin embargo, pese a esclarecer varias dudas, todavía me es difícil tener una decisión firme al respecto. Ciertamente no es algo que se deba tomar a la ligera.

Fuera Del PlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora