Capítulo Veinte

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Meghan


Por lo general, no suelo tener problemas para concentrarme en cualquier tarea o actividad que deba desempeñar, mi enfoque se convierte en un tipo de visión de túnel cuando debo encontrar la solución a un problema o una necesidad.

Me gusta tener una organización y control en lo que hago, es la verdad, por lo que no suelo tomarme las sorpresas de buena forma. Sin embargo, también es cierto que adoro un buen desafío. No hay nada más emocionante para mí que enfrentarme a un reto, incluso si puede ser frustrante chocar con algunos callejones sin salida; alcanzar la meta y ver los frutos de dicho éxito es una sensación inigualable.

Averiguar la forma de optimizar un mecanismo, diseñar un nuevo prototipo más vanguardista, resolver el déficit en un componente, son la clase de desafíos que amo de mi trabajo. Incluso cuando mi papel como jefa tiende a estar más ligada a la gestión general de la compañía, también es cierto que para que un nuevo diseño o producto tenga el visto bueno debe pasar primero por mi criterio, y nunca espero menos que la excelencia, razón por la cual la empresa tiene un alto reconocimiento mundial.

Empero, me he dado cuenta a través de los años que cuando se trata de enfrentar desafíos de mi vida personal, sobre todo los que llevan una enorme carga emocional, tienden a hacerme retroceder en busca de permanecer en mi "zona segura". Una reacción humana, sin embargo.

Trabajar me ha ayudado a mantener mi mente alejada de la conversación con Avery, lo que podría significar su notoria inquietud. Algo la molesta y solo puedo suponer que es un tema que la asusta, si su reticencia a hablar de inmediato de ello fue un indicio. Puedo comprenderla, pero, desafortunadamente la preocupación nunca se aleja demasiado, sino que se ha vuelvo como un zumbido, puedo acostumbrarme a su existencia e incluso puedo ignorarlo por algunos momentos, pero jamás desaparece. Está allí y lo sé. Es frustrante, por decir lo menos.

―A veces me gustaría entrar un día en tu cabeza ―el comentario del ojiazul me saca de mis cavilaciones.

―No te lo recomendaría ―murmuro, haciendo que dé una sonora carcajada.

―Sí, probablemente enloquecería ―bromea―. ¿Sabes? Quizá algún día podríamos hacer un cambio de roles.

Confundida, arqueo mis cejas ante su extraña propuesta.

―¿Qué te has fumado?

―Nada ―asegura en una risa―. Solo di una idea divertida. Imagina las reacciones que obtendríamos.

―En serio espero que no hayas famado nada por sabes bien que la nicotina daña las neuronas, y tal parece que no te quedan muchas.

―Muy graciosa.

―Hago una observación.

Asimismo, soy lo suficientemente perspicaz para poder distinguir su intento de distraerme de mis preocupaciones, pues, por más que trate de ocultarlo, él me conoce desde hace mucho como para comprar mi fachada de imperturbabilidad.

―Claro. Hablando de otras ideas geniales que se me han ocurrido...

―Tengo el presentimiento de que voy a diferir con tu definición de "genial".

―Estuve pensando ―continua, sin inmutarse por mi interrupción―, ¿no crees que Owen es un hermoso nombre?

Debo luchar con una sonrisa mientras contesto:

―No le pondré tu nombre a ninguno de mis hijos.

―¡Oh, vamos! Es un buen nombre.

―No me harás cambiar de opinión. Además, podrían ser niñas ―le recuerdo.

Fuera Del PlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora