Capítulo Once

2.8K 249 17
                                    

Meghan


Compartir mi ático, aquel lugar donde me permito soltar mi lado profesional y ser más yo misma, no es algo a lo que esté cercanamente acostumbrada. Ni siquiera en mis anteriores relaciones románticas la convivencia no llegaba a pasar más de una noche, y de por si eran escasas las veces donde permitía que este fuera el punto de encuentro.

Me gusta mi privacidad, y, después de tantas reuniones, lo que más anhelo es calma y un poco de soledad. Esta es mi zona segura. Por lo que la idea de compartirla con alguien que puede no tener los mismos hábitos de orden que yo, y que por ende puede conducir a tediosas confrontaciones, no me resulta nada emocionante.

No obstante, tras realizar una rápida consideración de opciones para asegurar la protección de la pelirroja y, por consecuente, la de mis hijos, no pude pensar en un lugar más seguro que mi piso, al fin y al cabo, es parte de mi culpa que esté envuelta en este predicamento. Yo he tenido años para acostumbrarme a la exposición mediática que trae portar mi apellido, junto con la notoriedad de mi trabajo, y además cuento con lo necesario para salvaguardarme de cualquier intrusión indeseada en mi vida personal. Pero ella no puede. Así que, ¿qué menos que resguardar la integridad de mi madre subrogada, cuya estipulación de hecho está puntualizada en nuestro contrato? Es lo que debía hacer.

―Deberías volver a casa, ya es tarde. ¿O estás evitando a ya sabes quién?

―Todavía tengo trabajo que hacer ―declaro, desentendiéndome de su incorrecta insinuación―. Además, mi padre se encuentra haciéndole compañía, pese a mi negación inicial.

―Oh, vamos, el viejo solo quiere ayudar. No está bien que la chica se quede sola después de toda la locura que tuvo que atravesar hoy. En realidad, ambas necesitan un descanso.

―Estoy bien.

―Eres terca como una mula ―Rueda sus ojos―. ¿Es tan difícil entender que me preocupo por tu salud? ―agrega con un claro timbre de molestia en su timbre de voz.

―Entiendo y agradezco la preocupación, Owen, pero sé lo que estoy haciendo.

―Seguro ―resopla―. Meg, has hecho suficiente el día de hoy. Has concretado un contrato importante, corriste a ayudar a la pelirroja e incluso le diste un lugar seguro, lugar ―enfatiza, como si fuera necesario―, después tuviste que pasar una hora hablando con tus abogados para entonces enfrentar al circo mediático lo mejor posible, y de hecho lo hiciste excelente, pero debes recordar que no eres invencible y debes pisar el freno en algún momento.

―Lo haré cuando termine de revisar estos documentos.

―Meghan Langley, estoy a nada de llamar a tu padre ―amenaza y no puedo contener mi sonrisa divertida.

―Hablo en serio, acabo esto y me voy a descansar. ¿Feliz?

―No, pero peor es nada.

―Bien. Ahora, puedes retirarte para que pueda continuar.

―¿Sabes que no me iré hasta que lo hagas primero, cierto?

―Sí, sí. Ahora, fuera de mi oficina ―indica, sin real fastidio en mi tono.

―De acuerdo. Pero te estoy vigilando ―dice para entonces salir por fin.

Habiendo quedado sola, libero un pesado suspiro dejando caer parcialmente mi postura erguida con la que me esforzaba por no desvelar mi verdadero cansancio. Hoy no ha sido un día fácil, y mi reducido horario de sueño poco saludable no ayuda en absoluto. Siendo honesta, un descanso no suena nada mal. Sin embargo, es cierto que todavía tengo cosas por hacer, así que me dispongo a ponerme en ello de una vez.

Fuera Del PlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora