¿Por qué no lo había visto venir? ¿Porque SeHun era tan dichosamente guapo que JunMyeon no había sido capaz de apartar los ojos de su rostro el tiempo suficiente para darse cuenta de que se estaba aflojando las ataduras? SeHun tenía todas las de ganar; conseguiría liberarse, recuperar el control de su barco y los castigaría a todos. JunMyeon conocía sobre el castigo que manejaban los piratas contra sus amotinadores:
Luego de golpearlos le ponían un grueso cabo de estopa, áspero como cristales rotos, alrededor de la cabeza, y luego lo retorcían una y otra vez, apretando cada vez más. Alguna mente ingeniosa había bautizado el acto como «el rosario del dolor», la mayoría lo llamaba sencillamente «trincar».
Normalmente, la víctima suplicaba morir acuchillado cuando empezaban a desgarrársele las orejas, la sangre empezaba a correrle por el cuello y los ojos se le hundían en el cráneo. Pero pedir morir solo lograba que apretasen más el cabo de estopa hasta que los párpados de la víctima se rompían y los nudos ardientes empezaban a triturarle los ojos. Finalmente, colocaban una tabla al final de la Proa y mediante latigazos lo obligaban a saltar al Mar. Generalmente estos castigos se hacían cerca de los mares donde había tiburones al acecho. Que ya la victima al caer al agua ensangrentado y agonizante seria devorado por los tiburones y sino caería al fondo del mar.
JunMyeon sintió un horrible estremecimiento de solo imaginarse en esa situación o a sus hermanos y tripulación. Así que se enojó consigo mismo, pero descargo su furia con SeHun.
—¡No funcionará, estúpido! —le gruñó JunMyeon mientras forcejaba para apartarse de su regazo.
—¿Quieres apostar? —replico SeHun sonriendo.
El tono burlón de SeHun aún no había abandonado su voz. Ni siquiera jadeaba, como si no le costara lo más mínimo retenerlo, algo que solo consiguió enfurecer a JunMyeon aún más. Intentó pillarlo desprevenido para desequilibrarlo, de modo que ambos cayeran al suelo.
SeHun volvió a reírse en su cara.
—Buen intento JunMyeon, pero la silla está atornillada al suelo. —le recordó SeHun—. ¿Olvidaste que fue algo que hicieron tus peones?
JunMyeon tendría que haberse acordado de ello, pero se limitó a mascullar:
—¡Justo como estarás tú si no dejas que me levante! —grito JunMyeon.
—Detesto tener que decirlo, JunMyeon, pero soy yo quien tiene las de ganar. Un momento, retiro lo dicho. ¡No lo detesto en absoluto! —rio SeHun.
—Es algo temporal y lo sabes. ¡Un grito mío y tendrás una docena de pistolas apuntándote! —amenazo JunMyeon forcejando.
—No, te apuntarán a ti. —lo corrigió SeHun—. Eres muy buen escudo. Pero si no dejas de retorcerte, tendrás otras cosas por las que preocuparte.
Había cierta advertencia en su voz. JunMyeon lo captó, pero no entendió a qué se refería. Consiguió retorcerse hacia un lado. No sirvió de nada, ya que SeHun lo sujetaba con fuerza y sus forcejeos solo estaban consiguiendo agotarlo. Y entonces, de repente, SeHun comenzó a besarlo. JunMyeon no supo cómo ni por qué. SeHun le estaba mirando la boca y al instante... La forma en que lo sujetaba, aprisionándole los brazos contra los costados, varió. Para besarlo SeHun lo había estrechado contra su cuerpo, pero ya no lo sujetaba con tanta fuerza como antes. De hecho, había conseguido liberar un brazo. JunMyeon luchó contra la tentación de rodearle los hombros, tenía que oponer más resistencia. El beso de SeHun era demasiado sensual y tan excitante como recordaba; y JunMyeon descubrió que estaba disfrutando más de la cuenta y que no quería que acabara.
¡Por los mares! SeHun había logrado que la lujuria lo consumiera en apenas unos instantes. Lo mismo que había ocurrido la vez... no, las dos veces anteriores; despreciarlo no servía de nada, ya que la pasión que despertaba SeHun en él era sobrecogedor.
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Los piratas 3- seho
FantasíaOh SeHun quedo como nuevo líder de la embarcación de HaeRang, ya que la capitana decidió quedarse en la isla Ulleungdo (la isla del tesoro) junto con su amado. Por lo que SeHun fue el más apto en tomar la capitanía con el apoyo de toda la flota por...