Miyeon a través de veneda

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Miyeon a través de veneda

—Miyeon cualquier cosa ya sabes como abrir las cápsulas de lo otro se encarga tu hermano, pero no importa lo que pase sigan con vida —dijo Gorión a la pequeña niña que se encontraba asustada.

En un instante todo se volvió negro para Miyeon cuyos ojos se empezaban a cristalizar. Ella no entendía muy bien la situación, todo lo que pasaba por su mente eran un sin número de frases pronunciadas por su abuelo que perdían sentido cuando se dejaba pensarlas.

"Miyeon aguarda aquí unas cuantas horas hasta que no sientes nada".

"Miyeon tendrás que aprender a valerte por ti misma".

"Miyeon todo lo que tienes que hacer es abrir las cápsulas cuando todo pase".

"Miyeon usa cualquier cosa que tengas a tu alrededor para cubrirte del frío".

"Y lo más importante, no mueras Miyeon".

Todas esas frases bailaban por su mente con voz distante mientras la cápsula comenzaba a moverse cada vez más fuerte de un lado a otro, y de arriba abajo varias veces en una sacudida violenta. La pequeña se mareaba mientras trataba de sostenerse de algo, pero era inútil, tenía que soportar hasta que parara, así que cerró sus ojos con fuerza y se repitió a sí misma, "piensa en cosas bonitas como los cuentos de princesitas que contaba mamá", y así lo hizo hasta que las sacudidas cesaron.

Suspiró dándose el impulso de valentía para abrir la cápsula, y encontrarse con la perfecta imagen de la destrucción. Haciendo los escombros a un lado de la base subterránea se abrió paso para llegar a las cápsulas y empezar a abrirla mientras levantaba pedazos de lo que alguna vez fueron partes de objetivo definidos, pronto los llantos de aquellos pequeños llenaron toda la estancia y mientras más cápsulas abría la desesperación corría por toda sus articulaciones al no visualizar la cápsula que contenía a su hermano.

"¿Dónde estás Jungkook?" —se preguntó a sí misma.

No sabía con exactitud el número de bebés pero suponía que debían ser muchos, porque llevaba mucho tiempo, tanto que el techo de la base comenzaba a derrumbarse, mientras el polvo caía en el cabello de Miyeon y la cara de los bebés. La niña se abalanzó hasta la pequeña salida del techo que parecía un túnel solo que con escape hacia arriba.

La luz la recibió con un golpe en la cara causándole un hormigueo por todo el cuerpo, pero lo angustiante no era eso sino ver en lo que se había convertido la tierra, donde apenas quedaban los rastros de los escombros, como hojas y troncos de árboles por doquier y cubiertos de arena. Lo cierto era que apenas se podía ver, porque todo parecía como una gran masa gris.

Se dio la oportunidad de toser desde que el oxígeno que había inhalado hacía un recorrido por sus pulmones y arterias.

"¿Pero qué pasó?"—se preguntó así misma para luego romper en llanto. Pero no podía estancarse ahí, porque la pequeña estancia subterránea se derrumbaba y ella no podía permitirse dejar a los niños ahí, tenía que sacarlos.

Tras un suspiro que le devolvió el valor, bajó allí para cargar a los bebés de dos en dos mientras los iba poniendo en el suelo cubiertos por sus mantitas que llevaban desde que los habían sacado del hospital por órdenes de su abuelo.

La noche reinaba para cuando Miyeon terminó de cargar a los bebés y unas cuantas vasijas que había logrado rescatar junto con unos cuantos pedazos de madera en forma de punta, eso era todo lo que tenía, más una hambruna creciente.

"Los bebés también deben de tener hambre"—pensó. Pero no había más remedio, tendría que aventurarse a buscar algo de comer en las penumbras.

Otro suspiró y emprendió camino hacia ninguna parte pero con el objetivo de encontrar comida. Haciendo escombros a un lado caminaba con sed hasta que encontró un poco de agua en una pequeña grieta del suelo, estaba sucia pero a ella no le importó, pues la bebió como si fuera el vino más fermentado de todos los tiempos.

Contigo en todos los mundos kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora