Capítulo 1: Transformación

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¡Buenas! Acá con un nuevo drarry :)

Hoy es 8 de marzo, día internacional de la mujer. Quería publicar esta historia hoy porque siento que la mejor manera de ver las brechas de género es a través de un mundo al revés. Ser mujer en un mundo de hombres puede llegar a matarte. Ser mujer en el mundo mágico de Harry Potter puede silenciarte y arrastrarte a cumplir solo un rol maternal; esto podemos deducir de la historia como de los comentarios que ha hecho la creadora.

Y si bien hay varios fanfics donde uno de estos dos tontos cambia de cuerpo (generalmente por ser un fuckboy), quise hacerlo sin que haya sido por un "se lo merece". Además (y como se diría en mi país) con esto me paseo a la autora y sus comentarios transfóbicos. La queso :*

Volviendo a lo que es esta historia, por favor LEAN LAS ETIQUETAS, esta historia tendrá muchos comentarios misóginos, transfóbicos y homofóbicos, y contenido sexual explícito. Si algo les molesta o incomoda, son libres de buscar otra historia.

Dicho todo, les dejo.
¡Disfruten la lectura!

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Te maldigo, Malfoy, a ti y a tu estirpe. Engendrarán solo un hijo, siempre y para siempre. El día en que uno de ellos se enamore de la misma forma en la que tú crees que nosotras nos enamoramos... Ese día dejará de ser un hombre y se volverá en lo que tú más desprecias: una mujer. Tu apellido morirá con ella, tus tierras te serán quitadas, los secretos compartidos con otros. Esa criatura seguirá siendo ella hasta que deje de ser un Malfoy y le dé la espalda a tus ideas. Te maldigo, Malfoy, a ti y a toda tu estirpe...

💍💍💍

Lucius observó su vaso con brandy antes de darle un sorbo.

La Segunda Guerra Mágica había terminado y él había evitado Azkaban. Su chispa se había apagado bajo tanto estrés, pero ya había vuelto en sí. Ahora se dedicaba a recuperar el poder y el prestigio que alguna vez su familia había tenido, urdiendo planes y proyectos. No había que preocuparse, de peores cosas se habían librado. Como de las maldiciones. Lucius había aprendido de su padre que había por lo menos una docena de maldiciones que debían evadir. Siempre se habían sabido cuidar de ellas. Ningún Malfoy debía pisar África, enfrentarse a alguien en luna llena o enamorarse de un hombre, entre otras.

El mago prestó atención a los documentos sobre su escritorio y tomó la pluma para seguir redactando la carta para uno de sus socios italianos. Debía empezar a enseñarle a Draco a manejar los negocios y a cuidarse de unas cuantas maldiciones más. Lo apropiado debió ser iniciarlo cuando el chico cumpliera 15 y entrenarlo desde los 16, pero la guerra había impedido que Lucius se dedicara a cubrir esa pequeña tarea.

El hombre estaba ocupado decidiendo el valor de una transacción cuando la puerta se abrió de golpe. Observó fastidiado a su esposa, pero la expresión angustiada y los cabellos despeinados que mostraba la bruja hicieron que se encendieran todas sus alertas.

Algo había pasado.

Algo malo.

Dejó el vaso al lado de los documentos y se acercó a la mujer, esperando que recuperara el aliento para que hablase con propiedad.

-D-Draco... -jadeó ella, olvidándose por un momento que era una señora de alta alcurnia-. ¡A-algo...! ¡Algo está mal!

Lucius corrió hacia los aposentos donde los elfos habían llevado a su hijo sin escuchar ninguna otra explicación. Se quedó congelado al verlo retorcerse y ser sometido por una magia antigua. Supo de inmediato que una de las tantas maldiciones se estaba desarrollando. Hizo un recuento rápido para buscar cuál, pero, finalmente, optó por encerrarse en su despacho a investigar.

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