Capitulo 3

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El almuerzo fue tranquilo, el señor Fu estuvo más concentrado en Tikki que en el relato que su señora me contaba, lo que me hacía suponer que debió habérselo comentado un sin fin de veces, cuando me despedí de ellos; Marianne me pidió que viniera más seguido a lo que le dije que lo intentaría, pero la verdad nunca logre adaptarme al ritmo de los pueblos sinceramente y más si estos estaban unidos a un reinado, lo que provocaba que su ritmo de vida fuera mucho más acelerado y bullicioso, prefería mil veces estar en el bosque y solo escuchar la nada.

Tal como lo había hecho anteriormente Tikki se dirigió a los tejados de los comerciantes para tener una vista más amplia de donde me estaba dirigiéndome, camine lentamente por las calles donde se encontraba el comercio, ofreciendo mis productos herbales, justo al lado del puesto de telas, se encontraba André, camine hacia él.

- ¡Buenas tardes André! –sonreí-

- ¡Marinette! Te estuve buscando en la mañana –dijo para entregar un helado a una pequeña-

- Lo lamento digamos que me raptaron –Reí ante mis palabras-

- Ese Fu, siempre hace lo mismo –rio- pero ya estás aquí y quería ver que estas ofreciendo esta vez –dijo con notorio interés-

- Pues he traído los condimentos que tanto te gustan y unas agua aromáticas que son los últimos que ya me están quedando.

Deje mi canasto sobre su puesto, para quitar el telar de algodón con el cual tapaba mis productos, saque las aguas para enseñárselas.

- Son aguas aromáticas de flores, tengo de Rosa, Lirio, Violeta y Narciso –mostrando cada uno –

- ¿Me dejarías sentir su esencia? –tomo de mi mano la de narciso-

- Claro que si –abrió con suma delicadeza el pequeño frasco para llevarlo a su nariz-

- Que olor tan delicado –susurro- pues me los quedo, los cuatro.

- ¿De verdad? –la felicidad me inundo-

- Si, junto con los condimentos obviamente, así que Marinette ¿cuándo te debo?

- Cinco monedas de plata André –dije feliz, a lo que iba dejando los condimento y aguas aromáticas envueltas en una tela oscura-

- Marinette pides muy poco por tus productos –su mirada de cariño se hizo notar- te daré unas vasijas de leche y miel.

- ¡André no! Eso es mucho...

- Es lo justo así que no permitiré un no como respuesta

- Está bien –suspire con una sonrisa avergonzada-

Recibí las monedas de plata para guardarlas en el pequeño saquito de cuero que mantenía colgando de unos de mis cinturones, para después guardar las dos vasijas de leche y una pequeña de miel en mi canasto, lo bueno de todo que las vasijas poseían una tapa de greda a juego.

- Muchas gracias André – me acerque a él para despedirme-

- No es nada, espero verte pronto Marinette –dijo dándome un pequeño abrazo-

- Lo intentare –tome mi canasto con cuidado por su contenido para comenzar a caminar nuevamente-

Lentamente me fui dirigiendo hacia la imponente muralla de bloques de concreto que se alzaba al final del paisaje, el imponente castillo de mármol lucia al fondo de estas, quisiera o no debía venir cada cierto tiempo a buscar el pan amasado que traían del castillo. Tom era un hombre agradable y muy divertido, a pesar de ser el cocinero principal del rey, cada vez que tenía la oportunidad venía a vender su propio pan al pueblo.

A medida que avanzaba más el delicioso olor de pan recién orneado me iba envolviendo, su olor tan característico se me hacía familiar, me recordaba a mama y su pan dulce que preparaba en los invierno. Cuando estuve a unos metros de la muralla, pude observar como unos guardias mantenían orden y resguardaban al cocinero real.

Camine unos pasos más para posicionarme en la fila, el murmullo de la gente era todo lo que se escuchaba, el interés de los pobladores por aprovechar la instancia de ver hacia el interior de las murallas se hacía notar, mujeres y niños llevaban sus miradas curiosas hacia la puerta que estaba abierta hacia el pueblo.

Jardines extensos era lo que se lograba divisar, pero nada comparado con la extensión del bosque real y salvaje.

A media que la fila avanzaba note como algunos guardias murmuraban y con miradas furtivas hacia mí, la inseguridad me embargo, espere con temor mientras me acercaba a Tom, hasta que cuando estuve a no más de 3 personas en la fila el guardia que mantuvo su mirada molesta en mí se acercó, con claras intenciones de fastidiar.

- ¡Eh mujer!

Mantuve mi mirada en el suelo sin intenciones de moverme, con la capa sobre mis hombros y cabeza me sentía segura ya a esta altura del día el sol comenzaba a esconderse por lo que la brisa fresca lograba su cometido

- ¡Te he hablado! –alzo su brazo con la intención de jalar mi capucha-

Levante mi mirada para hacerle frente, pero una voz me detuvo.

- Que cobarde de tu parte en alzarte contra una dama que no está haciendo nada más que esperar comprar un buen trozo de pan.

Aquella voz de varón hizo que el guardia retrocediera y se olvidara de mí por unos instantes, mire en dirección de esa voz, sobre el tejado se encontraba un joven sentado recargando su peso en una de sus rodillas flexionadas. Su rostro estaba cubierto por una tela negra por lo que sus ojos verdes eran lo que resaltaban.

- ¡Maldito gato! Al fin das tu cara –el guardia llamo a su sequito- ¡esta vez no escaparas!

Un grupo de guardias salió de las murallas para perseguir aquel chico del tejado, cuando desaparecieron por una calle a un costado, mire como algunas personas se iban prefiriendo su seguridad, avance entonces hasta quedar donde estaba Tom.

- Mari ¿estás bien? –la preocupación de Tom era notoria, yo aún no lograba salir del estupor-

- Sí, creo que si... –tome mi bolsa de cuero para sacar las monedas de plata – Tom me darías 2 panes pequeños

- Aquí tienes –dijo para entregarme ambos panes envueltos en tela- regresa con cuidado ¿sí?

- Lo hare... ¡ah Tom!, casi se me olvida, toma –urge en mi canasto para tomar una rama con hojas de laurel- es un regalo –sonreí-

- Mari ¡eres increíble! -dijo tomando aquellas hojas- podre hacer al fin esa tarta salada que tanto me ha pedido el rey –el alivio se notaba en sus palabras-

- Nos vemos Tom –hice una gesto con la cabeza en son de despedida para girarme-

Observe como Tom se quedaba más tranquilo vendiendo sus últimos panes, acomode bien mi capa sobre mi rostro y emprendí mi viaje regreso a casa por las calles menos transitas con la intención de salir lo más rápido del pueblo, ya los últimos rayos de sol estaban desapareciendo y a pesar de que me sabía de memoria el camino del bosque podría ser peligroso sin luz. Mire hacia un tejado de una casa para poder divisar a mi gata, y cuando la logre ver le hice una seña para que llegara hacia mí, me acerque al costado de la casa para que Tikki se dejara caer en mis hombros, para luego caer al suelo y caminar a mi lado. Ya al estar a la altura del bosque, Tikki maulló.

- Lo sé -dije con un suspiro- aunque quiera no podrá hacer nada en el bosque.

Me adentre en la espesura de los arboles sintiendo como volvía a casa, camine un tramo rodeando maleza y árboles para doblar hacia una pequeña bajada que estaba oculta a simple vista, espere unos momentos para luego ver como aquel muchacho se alzaba en una roca buscándome.

¿Aceptarías la magia hay dentro de mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora