Parte 5

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JOSUÉ

Tres semanas, han pasado tres semanas desde lo ocurrido en su casa. No me volvió a hablar, incluso estando sentada de lunes a viernes a mi lado en clases, no me dirigió la palabra. Cada noche oraba por ella, pero siento que las cosas están mucho más complicadas desde entonces.

Le hable de ella a mis pastores, también a los líderes de jóvenes y adolescente, llegaron a pensar que era mi novia o que estaba interesada en ella, lo segundo si es verdad, pero solo ese interés por que ella este bien y ya.

Desde que la conocí solo hablamos dos días, dos días en los que pude notar muchas cosas, aunque fueron dos días, ese tiempo fue suficiente para terminar de arruinar algo que ni siquiera comenzó.

Orar es la mejor solución. Siempre lo creí, pero el ayuno y la oración no estaban arreglando nada. Mis padres, quienes también son pastores, me han dado consejos para poder acercarme a ella o para tratar de ayudarla desde lejos.

Cada cosa y cada detalle de sus consejos solo lograban que se aleje más, no porque fueran malos, de hecho me gustaron mucho y creo que es algo que lo voy a implementar más de seguido.

La receptora de mis detalles, nunca estaba de humor, o, mejor dicho, tenía tanto dolor y tristeza que la segaban, quizás era una especie de defensa que su cuerpo formaba para que no la vuelvan a lastimar.

Solo saco conclusiones, porque algo en mi me dice que estoy equivocado y que las cosas las estoy haciendo mal.

Probé con darle un espacio, le cambie de lugar a un compañero, en los recreos la dejo sola en el aula, al terminar las clases dejo que se vaya primera a la parada de colectivos. Considero que está funcionando.

Aunque he comenzado a cuestionar ciertas cosas que daba por hecho.

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LUZ

No puedo, simplemente no puedo, no puedo creer y confiar en ese ser superior que se supone que existe, cuando aún lo hacia él decidió dejar morir a mi padre, de la peor manera. No le dio fuerzas, no tuvo el suficiente coraje de huir.

Comienzo a disociar como por quinta vez en el día, mi mente viaja, tiene muchos recuerdos, muchos pensamientos, aunque siento un nudo en mi garganta, al parecer las lágrimas ya no salen, me siento como si estuviera vacía, como si ya no pudiera sentir.

Comienzo a caminar por las calles desiertas de la ciudad, había estado caminando tanto tiempo que no sabía ni donde me encontraba, tampoco note cuando comenzó a llover.

Un árbol con una gran copa parecía ser mi único refugio cerca. Me senté en un banco que estaba debajo. Al tener una gran copa, con grandes hojas, el agua de la lluvia casi no mojaba.

Solo me quedé ahí, mirando la lluvia, las canciones en mis auriculares comenzaron a sonar como simples melodías. Los rayos era lo único que iluminaba la noche, y uno que otro auto que pasaba de vez en cuando. Apagué la música, para poder escuchar con más claridad el estruendo.

Para no preocupar a mi mamá, le mandé un mensaje diciéndole que me quedé a comer con Josué, esa fue mi excusa este último tiempo cuando volvía tarde a casa. Ella no sabía que ya no hablaba con él.

El viento soplaba contra mi rostro, comencé a respirar ese olor tan hermoso de pasto mojado, pero otro olor interfirió en mi olfato. Era un olor a perfume masculino. Dulce, pero tan singular.

- ¿Puedo? - una voz me saco de la nube de pensamientos en la que estaba metida, cuando lo voltee a ver, era un chico alto con cabello mojado.

¿Qué me preguntó? Seguro estoy quedando como una tonta, ni siquiera recuerdo que es lo que me dijo.

- ¿Disculpa?

- ¿Puedo sentarme acá? - consultó apuntando el otro extremo del banco, asentí. - Que hermosa noche, ¿no? Aunque de cierta manera te lleva a pensar muchas cosas o a cuestionarlas quizás.

Solo me quedé en silencio, tenía toda la razón, solo que lo que menos quería hacer en este momento era pensar y comenzar a cuestionarlo todo.

-Eso ya lo hago todos los días- pensé en voz alta, cuando lo noté ya era demasiado tarde, lo había dicho, solo me limité a mirar al frente, ni siquiera podía verle a la cara.

-Entiendo cómo se siente, de cierta manera es frustrante. Es mejor escuchar como golpea la lluvia en alguna superficie y los truenos.

-Solía tenerle miedo, ahora encuentro cierto consuelo al escucharlo... Perdón por ese tonto comentario.

La lluvia comenzó a aumentar, cada vez se hacía más fuerte, ninguno de los dos se movía, ni siquiera hablaba, solo escuchábamos y estábamos. Aunque el chico tenía una libreta en la cual se la pasó dibujando y escribiendo, la curiosidad me mataba pero tenía demasiada vergüenza.

- ¿Puedo saber tu nombre?

-Luz... Luz Arias. y el tuyo ¿Cuál es?

- Que bonito nombre, conozco a alguien que tiene el mismo apellido. Yo me llamo Marcos. Es un gusto- puedo ver por el rabillo del ojo que estaba sonriendo.

-Marcos un libro de la biblia- Mencione después de pensar un rato.

-Wow, no me esperaba que supieras eso. ¿Sos creyente?

-No, solo es algo que sé. Supongo que vos sí lo sos.

-Ou entiendo, pues sí, sí soy creyente, específicamente cristiano.

Últimamente tengo la mala suerte de encontrarme con este tipo de gente. Ese tal dios me está mandando "guía divina"

- ¿Alguna vez lo haz intentado? -cuestionó, lo observe de verdad por primera vez en toda la noche. Era delgado, llevaba una musculosa que dejaba ver sus músculos formados, tenía el cabello lacio, un poco largo, mojado y despeinado. Usaba un collar de plata y un par de pulseras y anillos en algunos dedos. En uno de sus brazos tenia (como le suelen decir) una manga de tatuajes y uno pequeño en la nuca. Llevaba también unos anteojos. Un chico atractivo e intelectual.

- ¿Intentado alguna vez? - creía saber a qué se refería, pero me puse a sobre pensar y cree muchas posibilidades, como siempre.

- Esto de creer en la biblia, en Dios, esas cosas. Sé que me puedo ver rudo, pero es bueno hablar de vez en cuando con un desconocido.

-Pues, mis padres eran pastores.

- ¿En serio? - giró todo su cuerpo en mi dirección, con cierta alegría al saberlo, pero se le borró la sonrisa y volvió su cuerpo al frente cuando, al parecer, recordó algo- creí que no eras creyente.

-No lo soy, mis padres cometieron ese grave error. Aunque seguí sus pasos por unos años de chiquita, cuando conocí al verdadero "dios"- hice comillas con mis dedos- pude notar su verdadera identidad y que solo existe en la imaginación de los ingenuos.

No dijo ni una sola palabra, solo miro al frente, pude ver si perfil, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, solo sacudo mi cabeza e imite su postura.

-Sabes, soy de sobre pensar mucho las cosas, aunque estoy tratando de no hacerlo más, porque es algo que me lastima y a la vez me lleva a hacerme preguntas que simplemente no tienen respuesta. Pero, ¿conoces el verdadero significado de la palabra ingenuidad?

- "Alguien que confía demasiado y no está advertido de su posible maldad."

Soltó una risa – Se ve que conoces el diccionario bastante bien.

-Admito que me gusta leer. - me encogí de hombros con una sonrisa de ¿satisfacción?

-Creo que sí, somos ingenuos, porque conocemos a Dios de una manera que nos hace creer y confiar ciegamente en Él. Pero no me ofende, al contrario, creo que pase por las suficientes cosas como para poder creer y confiar más. No le creo porque soy perfecto o puedo con todo, le creo porque soy débil y tengo miedo de muchas cosas.

-Es inútil.

Mis oídos claramente se cerraron ante el discurso de este fanático, sus palabreríos no iban a cambiar mi manera de pensar, al contrario, reafirma todo lo que pienso. Solo quieren apestar el mundo de mentiras.

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