𝘀𝗲𝘃𝗲𝗻 . the favourite . . .

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— Ugh... mi cabeza...

La suave seda se deslizó por su pecho cuando se sentó sobre la cama. Tardó en reconocer la amplia habitación, y cuando por fin lo logró, recordó lo sucedido el día anterior. Derrotado, se dejó caer nuevamente contra la cama, resoplando con fuerza.

Ayer, cuando el Rey había abandonado la amplia sala, Purple recobró sus sentidos, moviendo sus brazos y piernas para levantarse y abandonar, con una velocidad impresionante, el salón. Para entonces ya no le importó el portal y la masa impalpable estremeciéndose en su interior.

Cuando salió, casi inmediatamente un soldado se acercó a él y lo tomó del hombro, musitando un fuerte — El rey te asignó la habitación 43 — Purple opuso resistencia, pero el soldado, apretando más el agarre, musitó un sombrío — Es obligatorio —; y con la piel erizada, Purple se dejó llevar por el soldado.

El joven caballero lo escoltó hasta la habitación, y no le quitó el ojo de encima hasta que Purple se vio obligado a dormirse en las finas y suaves sedas de la cama, hundiendo su cabeza en la acolchada almohada rellena de plumas.

Y, ahora, tras haberse despertado, observaba el dorado dosel caer desde el techo, bordear la cama y rozar el suelo. El dosel estaba decorado por unos hilos rojos oscuros; y la luz entraba de forma abrupta por una amplia ventana derecha. Purple llevó su brazo sobre su frente, suspirando cansado.

Hubiera vuelto a dormir a gusto, a no ser por el llamado sordo de la puerta. Apenas exclamó un suave — ¿sí? —, cuando la puerta se abrió y observó a Second entrar en la habitación.

— El rey solicita tu presencia en el comedor — fueron sus palabras, sin mirarlo, avanzando hacia una esquina de la habitación — y también me envió a darte un regalo, por así decirlo — siguió hablando con indiferencia, mientras se quitaba su armadura y la dejaba caer en la esquina, agarró una sábana arrugada que se hallaba cercana a él, y la dejó caer sobre la plateada armadura.

— ¿Qué...?

— No entiendo qué te pasa — cambió súbitamente de actitud, ahora mirándolo con desesperación — oh, mierda... te metiste en un severo problema.

Purple pronto supo que ya no había cosas "brillantes" a la vista.

— Te tomas muy en serio la niñería de las cosas brillantes — comentó Purple, recordando la última charla con Second.

— No es una... ugh. Cállate, y ahora dime, ¿qué mierda hiciste?

— Nada... creí haber hecho enojar al rey, pero al parecer no. Yo digo, ¿no?; si se hubiera enojado tal vez me hubiera matado, y no me hubiera dado tantos privilegios...

Second no pudo contener su tosca risa — tarado, no tienes privilegios. Prácticamente esto es un castigo del rey.

— No tiene sentido — Purple no le hallaba lógica.

— Sí lo tiene. Mango es algo peculiar, ¿sabes?; para ti lo que es gozar de privilegios, para él es mantenerte en un cautiverio.

— ¿"Mango"? — se extrañó Purple.

— Sí, Mango. Es una forma coloquial de dirigirnos a él los que forman parte de su círculo social — Second se sentó en el borde de la cama, mientras jugaba con una pequeña bolsa de tela entre sus dedos.

loyal | 𝗮𝗹𝗮𝗻 𝗯𝗲𝗰𝗸𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora