Ella me Espera

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La armonía del alma y del cuerpo, es una maravilla que ella había experimentado por poco tiempo y eso la había llevado a terminar en una sala psiquiátrica, con un tímido diagnóstico de insatisfacción femenina, vagamente tratada como un desorden de ansiedad y posible depresión. Emma sonrió ante tal burla, pues para ella, era una locura que las personas hubieran separado ambas cosas, dando crédito al realismo inventado por la sociedad que no era más que una mentira vulgar, opacando por completo un idealismo del alma.

Por supuesto, su febril he inventado diagnostico podía reponerse con pastillas, psicoanálisis y un tratamiento dado por un experto para estimularla, nada más disparatado, como si la pena de su corazón se aliviara con esas pretensiones. No podía resistirse a las pastillas, pues eran introducidas en su garganta con la mayor imposición, claro está, pero, nadie podía obligarla a desnudar su alma ante una mirada entrometida y superficial, nunca podría poner su corazón bajo un tratamiento poco escrupuloso. Así que paso los días encerrada en una pequeña habitación blanquecina, con una simple ventana como compañía, que dejaba entrar la luz del sol durante el día, y la sombra de la tenue luna por las noches, aunque, lo más agradable para su tranquilidad, era el canto de las aves que le recordaban a su época de despreocupación. Era cierto, antes había envidiado a las personas comunes que reían sin preocupaciones y comían con sus bocas abiertas, que vivían sin molestias y sin maldad en su corazón, tal y como se encontraba ahora.

Por lo que, Emma contemplo que, de no ser por la molesta insistencia de los doctores y expertos a su alrededor, habría logrado alcanzar la plenitud de su soledad, pero la vida es pocas veces como ella lo deseaba. Finalmente cedió al psicoanálisis, y por una ocasión, se dejó llevar entre sus propios pensamientos, hablando en voz alta y sin ningún pudor, explicándole al torpe medico como sentía que la única forma de librarse de la tentación era ceder ante ella, y que estaría dispuesta a cometer lo más grandes pecados contra la iglesia y contra Dios, si eso la satisficiera.

Hablo y hablo con feroz voz, durante horas, sin teñirse ni una vez las mejillas de vergüenza, transmitiéndole al hombre solo un pensamiento de terror, que empeoro su situación, con medicamentos más fuertes que le afectaban hasta la forma de andar y la hacían dormitar durante horas en terribles mareos. Paso los días inmóvil después de su valiente expresión, con los labios abiertos y brillo vacío en sus ojos, gracias a su nuevo tratamiento, a veces, era vagamente consiente de su alrededor, pero en la mayoría del tiempo solo estaba acechada por la realidad de sí misma.

Probablemente de haber estado más consiente se habría sumergido en una amargura propia de su situación, pero su poco pensamiento se volcó más a la idea de que era acechada por una sombra, o al menos eso deseaba, pues para ella, la sombra siempre había representado una buena compañía que deseaba volver a experimentar. Con el tiempo, sus extremidades comenzaron a fallarle y sus sentidos se deterioraron, convirtiéndose en una espantosa marioneta, obsesionada con el recuerdo de las pasiones que la asaltaban.

Lady Mills, lo vio todo con el dolor de su alma. Cada día la visito, aunque Emma no pudo verla, pues la situación no era la más propia, ya que solo se escabullía en ciertos momentos cuando un amigo suyo tenía la guardia, le pagaba unas monedas por supuesto, pero llegar hasta la cama de su amada era una historia completamente distinta, había demasiados hombres y demasiados problemas si era descubierta. Hasta que, una noche ya no pudo resistir más, durante la más cruel pesadilla que llevaba a su amada a los gritos, cruzo la puerta en silencio y se acercó a ella en la oscuridad, abrazándola en la calma de la noche. Ya no le importaba ser descubierta, ni ser acusada o alejada de allí, no podía dejar más tiempo a Emma sola, ella la necesitaba de la misma forma en la que ella lo hacía.

Permaneció inmóvil a su lado, completamente maravillada, y consiente apenas de la locura que estaba cometiendo, acariciando el cabello de la joven heredera con sus dedos, susurro una canción suave tratando de calmar su pesadilla, alcanzo su objetivo en poco tiempo, finalmente Emma posaba una mirada de plena tranquilidad a pesar de las pastillas y de su terrible situación.

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