Por Favor, no te Vayas

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Para muchos, la vida matrimonial no es más que un grupo de acciones que con el tiempo, se van volviendo costumbres, para otros, son la manifestación pura de una querencia, no obstante, para Emma el poco tiempo que había compartido con su así llamado esposo, no había sido más que un pesar. Se habían mudado a una de las muchas casas que Lord David había ofrecido como dote para su hija, una vieja casona cerca de Curzon Street, ridículamente bien amoblada, con enormes cortinas rojas, y estatuas talladas en mármol.

Largas y asombrosas estatuas que solía mirar con fijación desde su noche de bodas, tratando de concentrar su atención en la satisfacción que se veía en sus rostros, pues para ella, el deseo carnal de ese hombre, no era más que una expresión perezosa y necesaria. Apenas subía sobre ella, sin mucha pretensión o ánimo, y la penetraba sin decirle una palabra de amor, se sacudía, un par de veces y luego solo se apartaba a dormir cual oso cansado. Todo en un menos de quince minutos, de los cuales no apartaba su vista de las estatuas y sus pensamientos de Lady Mills. ¿Qué estaría haciendo?, se preguntaba con frecuencia, creciendo en su interior una fantasía gracias a su aparición durante la boda, como una viuda en pena por la pérdida de su amor, ¿Realmente estaba dolida por su matrimonio?, o solo quería hacerla sufrir una vez más, no podía saberlo. Realmente deseaba una explicación, poder hablar con ella, pero, ¿Qué podía hacer?, si ahora era Lady Emma Jones, y su vida se le iría entre vestidos de algodón y sombreros de ala ancha.

Hacia dos meses que vivía así, y ya sentía la vida marital sobre sus hombros. Por otro lado, esa noche en particular era tan tibia, que no había necesidad de abrigo o bufanda para salir a la calle, por supuesto iba de la mano de su querido esposo, que parecía terriblemente cómodo con la vida que llevaban; fumando un cigarrillo vestido de etiqueta cada vez que cruzaban las puertas de su casa, no necesitaba conocerlo demasiado para saber que le agradaba que las personas lo miraran, y lo señalaran con el dedo.

Asistirían a la cena de celebración del pronto nacimiento del primer heredero de Lord y Lady Hopper, una de esas tantas celebraciones de moda, a la cual jamás asistiría de no ser porque se trataba de otra ocasión para que su esposo se luciera, sin embargo, mientras él estaba ocupado, ella podría huir de su sofocante vida como esposa. Sentía, además, un deseo desesperado de recuperar el pecado de sus noches libertinas; noches de esplendor en rojo y negro, y creía que estar cerca de Lady Ruby le ayudaría. Lo curioso, era que la misma Lady Ruby se encontraba en plena melancolía marcando su ausencia, debido a la enfermedad que asolaba a su esposo.

Lo que la llevo a la heredera, sin darse cuenta a llenar su garganta de champaña, con copa tras copas, mientras entablaba conversación con las damas de sociedad que antes le causaban espantos. Damas de moral intachable, con sus cuellos llenos de joyas y cabezas con plumas entalladas ridículas y maquillaje que las hacia parecer arlequines, que pasaban el rato con habladurías de las mujeres que se atrevían a pensar por sí mismas y de cortesanas que habían vivido más en una noche que ellas en toda su vida. Un monstruoso momento de orgullo y ceguera por parte de la actual Lady Jones que golpeo la noche, al verse entre esas habladurías, llenas de risas falsas y malos pensamientos, se dejó caer en su espíritu manchado de horribles imaginaciones, creyendo que llegaría al momento en que toda persona que se cruzara con ella seria hundida en un deshonor y una pena incalificable, ¿Acaso no le quedaba ninguna esperanza?

¿Podría realmente terminar así?, como todas estas mujeres a las que acompañaba en la fiesta con una de tantas risas falsas, solo por sentirse insensible y desamorada, cuando alguien que la había amado apasionadamente le había pedido huir con ella, después de escribirle cartas que expresaban la más puras idolatrías, con frases llenas de fervor como: "Tus labios se han adherido a mi como una brasa incesante, dándole a este pobre mortal, la contemplación de tu divinidad hecha mujer", que ahora le asaltaban la memoria.

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