Depresion.

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–Es sorprendente hasta donde puede llegar la avaricia humana–Daba leves giros en su silla, mientras observaba como se derretía los hielos de su vaso de cristal por el calor del whisky.

El hombre de piel morena y lentes sonríe de manera sínica –Madara, lo que no entiendo es...si quieres ganar más dinero, ¿Cómo es que no la has llevado a tus otros clientes? Esa chica es una joya.

Kabuto, quien llevaba toda una vida trabajando para Madara y sus trabajos sucios, sabia que aquel hombre era un ser egoísta, y todo lo que el deseaba lo conseguía, así eliminara a las personas de su camino. Pero lo sorprendente era, que siendo un ser que amaba el dinero, no le había presentado a Sakura a todos esos hombres que el conocía. Políticos, Directivos, Empresarios. Una mina de oro.

–Sakura no es como las otras chicas. Ella no está ahí por el dinero, está ahí por el dolor. La vida a veces es muy injusta con quien no debe. Pero para eso estoy yo–Sonríe de manera irónica–Para ayudarla.

–Aprovechándote de ella.

Madara le guiña el ojo y levanta su vaso en forma de salud.

Cuando a el le gustaba algo, no solo lo tenía, sino que detestaba saber que alguien más podría tenerlo. O en este caso, tocarlo.

Le gustaba Sakura. Le gustaba penetrarla y ver sus mejillas sonrojadas. Tocar sus senos y su culo redondo. Le excitaba meter su miembro en su boca. Adoraba follarsela en donde el quisiera, como quisiera y cuando quisiera.

Y no era como las otras chicas a las que había conocido, como por ejemplo Ino, que era avariciosa y siempre quería más. Sakura era frágil, como un cristal que debes de tomar con sumo cuidado, sino se rompería.

Él no quería que nadie mas la tocara, que solo fuese el, el único hombre con quien se acostara, y en el fondo sabía que en algún momento esa chica le diría que todo eso había acabado, que podría rehacer su vida y con suerte y algo de terapia, olvidaría su pasado. Eso lo enojaba.

Así que no, cualquier ser que se le insinuara en lo mas mínimo, de la manera que fuese, lo desaparecería de la fas de la tierra.

–Quiero que vigiles a Sakura, todo el tiempo. Desde que sale de su casa. Hasta que llega.

.

Había bajado de peso, lo suficiente como para que en su última analítica saliera que tenía anemia, lo cual le mandaron una dieta estricta que debía seguir a pie, si no, empeoraría.

Ya no era la inocente Sakura, sino, una chica que estaba siendo abusada varias veces por semana.

Llegaba al hotel. Se acostaba con Madara. Luego la llevaban a su casa y pasaba horas en la ducha tratando de borrar cada huella, saliva, algún rastro de ese hombre en su piel. Y tal vez lo lograba, pero lo que realmente importaba, era su salud mental que estaba por los suelos. Estaba entrando en un cuadro depresivo, sino es que ya lo estaba.

Le decía a su padre diciéndole que trabaja unas cuentas horas en una cafetería a una hora de ahí. Mentira. Ella necesitaba ese dinero, necesitaba ayudar a su padre y eliminar el cáncer que vivía en el.

El la observaba a lo lejos, ella tenía un cuaderno donde escribía, algo así como un diario. El viento hacia que su cabello bailara de un lado a otro. ¿Cómo es que podía parecer tan normal si sabia que en las últimas semanas ella había vivido infiernos?

Nadie sabía lo que hacía. Nadie sabia que algunas noches un hombre que podía ser mi padre, me follaba de todas las maneras existentes. Pero había aprendido ocultar ese dolor. Toda tenía un porque, una explicación y razón, y la mía era mi padre...en ese momento.

INOCENCIA  INTERRUMPIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora