I

371 21 6
                                    

GOLPE BAJO

No olviden comentar y/o votar :)

3 años antes.

‒Lorenzo, necesito que me lleves al centro comercial. Ese que está a unas cuadras de la empresa de Joseph. También necesito tú opinión para algunas cosas que me gustaría comprar.

‒¿Algo en especial, señora Ferro?

‒Lore, ya te lo dije, llámame, Dina. Odio que me llames así y más teniendo en cuenta que aún no soy una Ferro.

‒Lo sé, pero si el señor me escucha hablar así con usted, estoy seguro de que me cortaría la cabeza. –dijo a modo de broma, pero sabía que tenía razón. Joseph Ferro era capaz de cualquier cosa por mí.

‒Aún recuerdo cuando llego con 18 años. Era toda una jovencita que se adentraba a la mafia, y mire, ahora está a nada de convertirse en la esposa del capo. –murmura con nostalgia, fingiendo limpiarse una lagrima.

Joseph me había encontrado cerca de un callejón, cuando tres hombres intentaron abusar de mí. Llego como todo un caballero a rescatar a la damisela en apuros. Me trajo a donde vivo actualmente, con ayuda de terapia y mucha paciencia terminamos por formalizar nuestra relación y aceptar que era hora de dar el siguiente paso, matrimonio.

‒Usted lo mantiene a flote, se nota que se aman.

‒Él también me hace feliz. –suspire, mirando por la ventana del coche.

‒Por cierto, feliz cumpleaños. –dice con una sonrisa.

‒No tenías que hacerlo.

Una cajita color azul con un pequeño moño plateado, junto una pulsera en su interior. Era preciosa.

‒De verdad gracias, Joseph no me felicito, ni siquiera lo vi por la mañana, desperté y ya se había ido.

‒Estoy seguro de que el señor Ferro le tiene preparada una sorpresa.

‒Esperemos, porque, si no, tendremos serios problemas. –parecía broma, pero no era más que un intento para esconder mi tristeza en la voz.

No tardamos en llegar al centro comercial, Lorenzo bajo conmigo, pues no era solamente mi chofer, también era mi guardaespaldas personal y uno de mis mejores amigos.

‒Quiero comprar cosas para preparar la cena, me gustaría hacer lasaña.

‒¿Por qué no le pide a Martha que la prepare?

‒Siendo sincera no me gusta su sazón, pero Joseph le tiene aprecio, así que no puedo hacer mucho.

‒ Comprendo, para el señor, Martha es como una madre.

‒Tengo aquí la lista, son pocas cosas, primero iremos al pasillo de las carnes. Necesito 1 kilo de res molida.

‒No sabía que usted cocinaba.

‒Pues ahora lo sabes y tú también debes saber, me ayudarás a prepararla.

‒¿Yo? Señora, mis habilidades culinarias son nulas.

‒Al menos tendrás que ayudarme a cortar los vegetales. –digo, sonriendo.

‒Hecho.

Tardamos más de lo que esperaba, siendo sincera me divertí mucho viniendo de compras.

‒Quiero velas de mango.

‒Creo están por el pasillo de aromaterapia

Consideraba que mi gusto por las velas de mango, se tornaría pronto una obsesión.

Lore me había ayudado con la lasaña, la verdad quedo deliciosa, íbamos nuevamente al centro, pero esta vez a la oficina de Joseph

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lore me había ayudado con la lasaña, la verdad quedo deliciosa, íbamos nuevamente al centro, pero esta vez a la oficina de Joseph.

‒¿Crees que este ocupado? No me gustaría interrumpir alguna reunión.

‒No se preocupe, el señor la atenderá así estuviera en el fin del mundo.

El edificio podría considerarse una obra de arte, grandes ventanas hacían que en cualquier punto de éste se pudiera observar la vista a la ciudad.

‒Buenas tardes, Beatrice. –saludo, a quien es la secretaria de Joseph.

‒Señora Dina, ¿Qué hace aquí?

‒Vine a ver a Joseph, ¿Crees que pueda atenderme? No se si este en alguna junta.

‒Si, si se encuentra; me parece que está resolviendo algo de finanzas con la señorita Carolina, déjeme anunciarla. ¿Gusta tomar asiento?

‒Gracias. –suspiro yendo a las sillas al costado de su escritorio, no pasaron más de cinco minutos cuando vuelve a hablarme.

‒El señor no me responde, pero si gusta puede pasar a su oficina, no creo que haya inconveniente.

La oficina de Joseph era la más retirada de todas, tenias que pasar por varios pasillos y oficinas con el fin de llegar a ésta. Estaba a pocos metros cuando quejidos retumbaron en mis tímpanos quejidos que se iban convirtiendo en jadeos y gemidos.

‒¿Joseph?

La imagen jamás la olvidaría, quien se hacia llamar mi mejor amiga estaba de rodillas frente a Joseph con su miembro en la boca, este suspiraba con los ojos cerrados, lo disfrutaba.

‒Púdrete. –dije levantando el arma que hace días me había obsequiado y dispararle en la espalda a Carolina, haciendo que soltara un chillido y que los guardias de seguridad junto Lorenzo, fueran donde estaba he intentaran sacarme.

‒¡Joder, suéltenme! Puedo irme por mis propios pies, maldición.

Lorenzo se dedicaba a ver la escena que había ocasionado, una mujer herida, su jefe desorientado y una cantidad de murmuros inimaginables.

‒Llévame al aeropuerto. –murmure viéndolo.

‒Dina

‒Es una orden, Santoni.

‒Comprendo. – dice echando un último vistazo hacia atrás antes de seguirme el paso.

Parecía un final de una etapa en mi vida, pero no lo veía así era un nuevo comienzo en el que no repetiría este error dos veces.

El Juego, Apenas ComienzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora