VI

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EL GATO Y EL RATÓN

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Logre sentir como uno de sus dedos se deslizaba por mi abertura ya húmeda y ver mi reflejo en uno de los espejos rotos de la casa; placer puro, eso era lo único que reflejaba mi rostro.

‒Basta yo te deje por una razón. –dije, obligándome a entrar en razón.

‒Bambola, sabes la palabra. Dilo.

‒No puedo. –jadeo.

‒Juguemos algo Dina. –murmura, logrando que mi piel se erice al escuchar mi nombre saliendo de sus labios.

‒¿Qué? –gimo, sintiendo como su pulgar comienza a jugar con mi clítoris.

‒Puedes irte si así lo quieres, puedes intentar esconderte y correr, pero yo siempre te encontrare. Siempre. Y cada vez que lo haga voy a follarte.

‒Joseph

‒Corre.

‒No. –sentencié.

‒Te estoy dando la oportunidad de terminar con esto. –dice.

¿Quería terminar con esto? Por supuesto que no. Amaba la tensión que se formaba alrededor de nosotros. Un aura de poder y amor prohibido era lo que emanaba. –¿De verdad me dejaras libre? –murmure.

‒¿Eso no es lo que quieres? –pregunto. –Nunca fuiste obediente, Dina y me sorprendería si lo fueras ahora, pero debo confesarte que me encantaría verde rogar por mi polla. Así que, si no te vas ahora tendrás que correr como la presa que eres, porque si te encuentro lo único que haré será follarte.

‒No voy a seguir tu juego del gato y el ratón.

‒Creme que lo harás. –sentencia. –Pero de eso no te darás cuenta. Una cosa más será mejor que tu amigo mantenga alejada sus manos de ti, odiaría que se quedará sin estas.

‒Yo no sé de qué hablas.

Eso, finge demencia Dina.

‒Tienes cinco segundos. –murmura viendo el reloj de su mano izquierda, mientras masajea uno de mis senos con su otra mano libre. –Corre.

Hago lo que me ordena y comienzo a correr por los pasillos sin un rumbo, olvidándome por completo de la existencia de Lenin.

Controlar mi respiración es más difícil de lo que creí hace años que no hacia algo así y volver a hacerlo con él, lo volvía aún más erótico.

‒¿Estás bien?

‒¡Me asustaste!

‒Lo lamento, te estuve buscando por todos lados, creí que ibas detrás de mí.

‒Si este lugar es un poco confuso. –digo, sintiendo aun la humedad entre mis bragas.

‒¿Quieres ir a la montaña?

‒Gracias, pero preferiría ir a descansar.

‒Entonces te llevo a casa.

‒Gracias. –murmuro con una sonrisa más parecida a una mueca.

 –murmuro con una sonrisa más parecida a una mueca

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‒Estaba ahí. –susurro.

‒¿En el parque? Es raro creí que tenían vetados a los de la mafia italiana

‒Pues al parecer no o no lo sé, papá ya estaría loco si supiera que un italiano piso su territorio.

‒Sigo sin comprender el por que rompieron lazos. –dice más para sí misma que para mí.

‒¿Crees que el tío Antoni sepa algo?

‒El tío Antoni se mantuvo alejado desde que papá se convirtió en el Pakhan de la Bratva rusa, dijo que mamá estaba en buenas manos y seria bien cuidada.

La ultima vez que vi al tío fue en una reunión que tuvieron junto los demás socios –El Sacerdocio–. Siempre existió un conflicto entre los rusos e italianos desde que tengo memoria y el hecho de que me haya acostado y comprometido con uno, lo hace peor.

‒Tengo que hablar con él, es al único que le tengo suficiente confianza para decirle lago así.

‒No te juzgara. –asegura. –Y papá tampoco lo hará.

‒No, por que antes de que pueda decirle me cortara la cabeza por traición.

‒Te enamoraste.

‒Si –murmuro. –Lo sigo amando.

Mi hermana me ve con lastima, haciendo que desvíe la mirada. Por el momento solo sabe la existencia de él, más no su apariencia.

‒¡Cierto! Olvide decirte que papá tiene en la mira tres personas a las que le quiere proponer una asociación.

‒¿Quiénes?

‒Me dio una lista para le demos el punto bueno. –dice, pasándome un puño de papeles.

En los expedientes venia toda la información, incluyendo una foto de la persona.

Karla Morozov. Cabello de un negro intenso y sus ojos del mismo color con una cicatriz en la mejilla, 1.80 cm es su estatura. Estudio artes marciales, defensa personal y fue el primero en la academia militar. Experto en defensa de campo, persecución y tiene una puntería 9/10. Actualmente vive en Estado, México y se dedicaba a la explotación de minas.

Luka Devin. Tez blanca, cabello cobrizo claro y ojos verdes. Lo delataba su sonrisa encantadora, utilizaba su físico e ingenio para seducir a esposas de gobernadores y así pasar cantidades de dinero a distintas cuentas hasta llegar a la suya. Experiencia con bombas, tanto hacerlas como desactivarlas. Actualmente vive en Omsk, Rusia.

Lorenzo Simone...

‒Esto debe ser una broma. –le digo.

‒¿Por qué? –indaga.

‒¿Papá sabe qué Lorenzo pertenece a la mafia italiana?

‒¿Qué? No no lo creo. ¿Y tú cómo sabes esto?

‒Lorenzo es la mano derecha de Joseph lo descubrí momentos antes de irme, creí que solo era un chofer, pero no.

‒Bien, yo hablare con papá de esto.

‒No, lo hare yo. –sentencio.

‒Como quieras, te dejo que tengo que llenar unos papeles de la empresa.

Veo a Tamara salir por mi puerta mientras yo me quedo hojeando los papeles.

‒¿Cuándo terminara este juego para ti, Joseph? –murmuro.

El Juego, Apenas ComienzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora