VII

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ANTONI SOKOLOV

Me desperté gracias a los gritos que venían desde la planta baja de mi casa.

‒¿Qué haces en mí casa? –escuche decir a mi madre.

‒También me alegra volver a verte, hermana.

‒No te atrevas a llamarme así, tu estas muerto desde que

‒¿Interrumpo algo?

‒Sobrina.

‒¿Tío? ¿Qué haces aquí?

‒Me mando a llamar tu padre, ni idea de para que.

‒Espera en el despacho, Antoni, Nikolay no tarda en llegar. –habla mi madre por última vez antes de irse.

‒He yo te acompaño que seguro no sabes donde esta. –le digo, jalando su brazo.

‒Bien. –dice confundido. –¿Sucede algo, sobrina?

‒Yo ¿Tú sabes por qué la Bratva odia tanto a la mafia italiana?

‒Es algo que sucedió hace años, antes de que tu padre llegara al sacerdocio. Los italianos traficaban mujeres, el antiguo Pakhan descubrió esto y estuvo en desacuerdo, rompió cualquier lazo que tuviera con ellos, incluyendo rutas de transportes.

‒¿Sabes quién era la cabecilla de la mafia?

‒Lamento decepcionarte sobrina, pero no.

‒Comprendo.

‒¿Por qué te interesa esto justo ahora?

‒Oh bueno, solo me dio curiosidad, es todo.

‒¿Segura? Se cuando mientes. –dijo haciendo que las palabras del abuelo llegaran a mi mente.

‒Bueno puede que en uno de mis tantos viajes yo haya conocido a un italiano en particular. –explico en un murmuro.

‒¿Sí? ¿Y qué italiano?

‒Puede que se llame Joseph Ferro.

‒¿En qué lio te has metido, sobrina? –murmura, acariciando el puente de la nariz.

‒¡En nada! Solo puede que me haya comprometido con él.

‒Me recueras a mí en mi juventud.

‒¿De qué hablas? –murmuro.

‒Dina, tu tía era italiana. Era preciosa, su cabello era de un castaño brillante, sus ojos eran dos pequeños zafiros resplandecientes, su piel parecía de porcelana. –murmuro con una sonrisa melancólica. –Era un genio en maniobras, parecía una pequeña muñeca de cristal, pero era todo lo contrario, lucho hasta el último momento.

‒¿Puedo puedo preguntar que le sucedió?

‒Tu padre la asesinó.

‒No no, eso es imposible, el sabía que la tía –– te hacia feliz, además de que murió en un atentado.

‒Sí. –aseguro. –Un atentado planeado por tu padre, me tomo años saber quién fue.

‒¿Por qué no te has vengado?

‒Todo a su debido tiempo. –murmuro con una frialdad que poco reconozco.

‒Necesito un consejo tío.

‒Dina, defiende tu felicidad, solamente la tuya y si el italiano ese es tu felicidad, hazlo. Te enviare la información que tengo sobre los antiguos negocios, pero estoy seguro de que los últimos que estuvieron al mando cortaron lazos con cualquier traficante.

‒Gracias.

‒Una última cosa que no tarda en llegar tu padre. –dice mirando su reloj. –Necesitas tener un plan, la Bratva no siempre perdona una traición. –masculla, mirando por la ventana.

‒Lo tendré en cuenta. –digo saliendo al corredor.

 –digo saliendo al corredor

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‒¿Dina?

Lenin estaba parado en la entrada de mi oficina.

‒¿Estás bien?

‒He sí, solo estoy algo distraída.

‒Te traje esto, espero te ayude. –murmura tendiendo un café de vainilla.

‒Oh, muchas gracias, ¿Cómo sabias que era mi favorito?

‒Tengo mis contactos. –dijo riendo.

‒Vale, vale, pues dales las gracias a tus contactos.

‒Te quería preguntar si querías salir a cenar conmigo esta noche.

‒¿Será una clase de cita? –digo con una sonrisa haciendo que éste se sonroje.

‒S sí.

‒Claro.

‒Entonces te veo a la salida. Adiós.

El timbre de mi celular comienza a sonar cuando Lenin sale de mi oficina.

‒¿Bueno?

‒¿En verdad piensas salir con él?

‒Joseph.

‒El mismo, pequeña. Responde.

‒No tengo porque, ¿Cómo conseguiste mi número?

‒Fue sencillo. –lo escucho decir, haciendo que vea por los ventanales.

‒ ¿Me extrañas? –murmura. –Solo te pido algo, Dina.

‒¿Qué quieres? –mascullo.

‒Dame la oportunidad de decirte que fue lo que paso. No te preocupes por lo que puede pasar, ya tengo un plan. –murmura.

‒¿De qué hablas?

‒Hablemos esta noche y lo sabrás.

‒¿Dónde?

‒Mandare por ti, dame la oportunidad.

No tenía nada que perder, ¿cierto? –Bien.

‒Esta noche, sin fata.

‒Estaré esperando. –cuelgo al mismo tiempo que recibo un correo de mi tío.

‒Tiene que haber algo que no sepa de ti, Joseph una debilidad.

El Juego, Apenas ComienzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora