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FERIADO

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En definitiva, no sé qué usar ¿Desde cuándo no tengo una cita? ¿Siquiera esto se considera una?

‒¡Madre!

‒¿Sucede algo?

‒He Si. Un compañero de la empresa me invito a la feria.

‒Eso es genial, hija. Hace años que no ibas a ésta.

‒Lo sé, pero tengo un problema con mi ropa, no sé qué ponerme.

‒¡Al fin! –chilla. –He esperado esto desde que tenías dieciséis. Tienes un vestido precioso, me parece que es un rosa pálido.

Todo menos eso.

‒Oh ¿el que use en la foto que te envíe con los abuelos? –digo y ella asiente. –No sé si aún me quede. –murmuro.

‒Tonterías, te vez preciosa, además hace que luzca tu figura.

El vestido no era ni muy largo ni muy corto, tenía el estilo perfecto para ser sensual y a su vez dar un toque de inocencia, la falda era liza con algunos olanes por debajo haciendo que tuviera vuelo y estuviera en armonía con las mangas bombachas.

‒Lo usare, pero antes tomare un baño.

‒Si necesitas algo estaré en el jardín del ala sur.

Para mi mala suerte, Joseph, y yo siempre tuvimos una gran conexión y el sabía lo que yo necesitaba sin yo decir una palabra, sin contar de tener un muy buen gusto. Al salir de la regadera, humectar mi cuerpo y vestirme, me doy cuenta del poco maquillaje que tuve y tengo en Rusia.

‒¿Puedo entrar? Me dijo mamá que necesitarías ayuda –escucho la voz de Tamara seguida de unos golpecitos.

‒Dios, por favor. Tengo que comprar más maquillaje.

‒¿Qué sucedió con todo lo demás? Tenías incluso más que yo.

‒Quedo en Italia. –murmuro, ocasionando que se tense mientras deja de pasar la brocha por mis mejillas.

‒Nunca me contaste que fue lo que sucedido en realidad.

Y no pienso hacerlo, ya tengo bastante con que mi vida este en una cuerda floja para tener más involucrados a esto.

‒¿Qué puedo decir, Tam? Solo ruego a los dioses que ni mis padres ni los de la Bratva se enteren.

‒Algunos de nuestros socios tienen tratados de paz, Dina. Papá incluso los tiene.

‒Si, Tam, pero conozco a Joseph y a papá. El no estaría de acuerdo en que una de sus princesas se casara con el capo de Sicilia.

‒¿Casarte? Eso no tenía ni idea.

‒¿Ahora entiendes la gravedad? Simplemente no puedo contar con su apoyo. Y si alguno se entera, me castigaran y créeme que el menor de mis problemas será que me prohíban volver a Rusia por traidora.

‒Lamento que tengas que pasar por todo esto por papa no te preocupes, él ha estado todos estos años buscando nuevos socios con la intención de expandir el negocio.

‒Algo me comento Lenin, que hoy tendrían junta con la directiva y por eso mismo a algunos nos dieron el día.

‒Así es. He terminado, te vez preciosa. –dice con orgullo mientras me pasa un espejo de mano.

‒Creo nunca he subido a una montaña rusa.

‒¡¿De verdad?! Eso termina hoy.

‒¿Podemos ir por un algodón después?

El Juego, Apenas ComienzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora