Mark
Mañana empezaba el instituto, no tenía nada de ganas de estar escuchando a los profesores todos los días, Mia, mi novia, me había escrito, y había quedado con ella a las cinco en la playa. Me puse el bañador, y me fui con el coche a recogerla, era uno pequeño, un Renault twizy e-Tech blanco. Había pocos coches que yo pudiese conducir siendo menor de edad, y ese fue el que más me gustó.
Cuando llegué a casa de Mia me estaba esperando en el portal, llevaba un vestido blanco de tela fina, y debajo se le notaba un bikini negro. Ella era la típica chica que tenía a todos detrás, era bastante guapa, pero ninguno de los dos estábamos interesados por el otro.
Me saludó con una sonrisa cuando se sentó a mi lado, y yo se la devolví. No hablamos en todo el camino, simplemente nos dedicamos a escuchar la música de la radio.
Llegamos a la playa y nos pusimos cerca del mar, me encantaba ese sonido.
Me quité la camiseta y me fui a dar un chapuzón mientras Mia se tumbaba en la toalla a tomar el sol. El agua estaba fría hoy, por eso dudé que ella se fuese a meter. Metí la mano bajo la arena y saqué una caracola súper bonita, y además era grande, la metí en mi bolsillo y me salí del agua,
Mia estaba tumbada, y yo me senté junto a ella.
-Tenemos que hablar Mark... –cuando dijo mi nombre estando tan seria sabía que algo iba mal -...tenemos que decirles a nuestros padres que no queremos seguir juntos, yo... estoy conociendo a alguien, y no quiero sentir que le estoy engañando contigo –sabía que esto pasaría tarde o temprano, pero sinceramente lo prefería tarde, me aterrorizaba enfrentarme a mis padres, y como sabía que yo nunca me había enamorado, no me tendría que enfrentar por mí, sino por ella, merecía ser feliz al lado de alguien que la quisiese, pero aunque sonase egoísta, no estaba listo.
Me levanté rápidamente
-Sabes que no soy capaz de enfrentarme a mis padres, no puedo
-Pero Mark, le quiero, y estando contigo no puedo empezar algo con él
-Lo sé Mia, lo sé, y lo arreglaremos, lo prometo –le dije mientras le envolvía entre mis brazos
Mia se había ido con un grupo de amigos, y yo me había quedado solo pensando en lo que había hablado con ella, sabía que tenía que hacer algo, pero iba a costar, le dije que me dejase tres meses para pensar, y aunque pude notar su expresión molesta lo aceptó, pero con la condición de que solo fuésemos novios frente a nuestros padres, que, para el resto del mundo, lo nuestra había terminado, me sentí aliviado y acepté sin pensármelo dos veces.
Ella podría hacer lo que quisiese y yo también.
Me fui al agua, y estuve allí bastante rato, pensando en todo y a la vez en nada. Ya estaba cansado, por lo que decidí salirme, y mientras lo hacía, algo, o, más bien alguien llamó mi atención, era ella, llevaba un bikini negro por abajo, con dos lazos en los extremos, y por arriba uno de color rojo oscuro, bajo un vestido semitransparente que le quedaba pintado. Tuve que echarme agua en la cara para que se me quitase esa expresión de bobo que tenía.
Ella levantó la mirada de su bolsa para fijarla en mis ojos, como era posible que una simple mirada me volviese loco. Parecía tan delicada como una princesa, y entonces me gustó ese apodo, princesa, no, mi princesa, porque ese apodo solo lo podía decir yo.
Se puso delante de mis cosas, tapándome toda la vista del mar.
-Me gustaría seguir viendo el mar, y no a una persona delante de mí –dije sarcásticamente
-Pues vas a tener que verla, porque me apetece estar en este sitio, y si no tendrás que moverme tú
Me estaba retando, aunque sé que ella no creería que sería capaz de moverla de allí. Mientras se tumbaba en su toalla a leer yo pensaba una forma de quitarla de allí, hasta que una idea apareció en mi mente.
Me levanté, la cogí por la espalda, y la llevé al agua. Ella no paraba de moverse y de gritar que la soltase, pero yo era más grande que ella y le sería imposible escapar de mis brazos. Llegué al agua, y me metí en la parte más profunda, ella no paraba de gritar, y en parte me hacía gracia que se intentase escapar. Cuando casi yo no daba pie la tiré al agua, me empecé a reír al ver como caía, pero esa risa se apagó cuando vi que no era capaz de subir a la superficie, me asusté al verla allí, tan indefensa. Fui rápidamente a cogerla y sacarla, me miró con esos preciosos ojos verdes y se desmayó en mis brazos.
En ese momento se me vino el mundo abajo, ¿qué le había pasado?
La llevé rápidamente a la orilla, y la puse delicadamente encima de su toalla. Esperé a ver si se despertaba, y para mi alivio lo hizo.
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A pesar de todo nunca dejé de quererte
Romance"Diana está rota y ha dejado de creer en el amor. Hasta que la vida le pone delante a unos ojos azules a los q le será imposible resistirse. Pero... ¿Será el amor tan bonito como lo pintan en los cuentos de hadas? Pues la respuesta es no. A veces el...