#10: El Ermitaño

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Ava y yo habíamos estado enviándonos mensajes

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Ava y yo habíamos estado enviándonos mensajes. Muchos.

Había comenzado con un 'Gracias por el amuleto' de su parte, aunque ya me había agradecido un par de veces en persona, y luego continuó con explicaciones de mi parte de cómo utilizar rituales para manifestar eventos con intención. Muy pronto, sin embargo, todo eso quedó atrás y las últimas semanas habían sido mensajes de allá para acá casi sin descanso, algo de lo que no podía quejarme pero que me traía un poco... inquieta.

Tenía que admitir que había aplicado mis habilidades de observación a nuestras conversaciones y ya sabía que se esmeraba en escribir con buena gramática, usaba la puntuación correcta y los mismos tres emojis sin ninguna variación: risas, ceño fruncido, una sola lágrima. Es por eso que me sorprendí mucho cuando apareció en el chat el dibujo de un corazón verde. Es su color favorito, me recordé, cómo si eso explicara el uso de ese emoji en particular.

Borró el mensaje de inmediato y yo pretendí no verlo, pero lo cierto es que vivía con el teléfono en la mano y había aprendido a diferenciar cuándo se trataba de ella: uno o dos mensajes nada más, a diferencia de Io, que no parecía entender que podía enviar más de una palabra a la vez.

Ese día no me llegaron más mensajes de su parte, y a eso de las seis, decidí hablarle yo. Me había dicho que su madre iba a la iglesia lunes, miércoles y jueves además de dar clases los domingos, y que a ella sólo la obligaba a acompañarla ese día. Habíamos estado hablando de vernos durante sus ausencias, pero hasta ahora Ava no había tenido el valor de invitarme ni yo el de preguntarle. Esa noche, sin embargo, tocaba recargar los amuletos pues la luna estaba en su fase propicia y pensé que era una excusa tan decente que hasta no parecía una en absoluto. Después de todo, me había estado haciendo varias preguntas al respecto, y me aseguraba que el hecho de que estuviera siquiera hablándome quería decir que los cristales estaban dando resultado, ¿qué mejor entonces que darle una mano durante su primera carga?

Le envié un mensaje como quien no quiere la cosa, como si dejarme caer por su casa no fuera una estupidez y luego de varios intentos de contestarme que borraba y volvía a borrar, llegó la respuesta, brillante y emocionante a pesar de sus condiciones. 'Está bien' escribió 'Pero sólo a través de la ventana'. Era mejor que nada, mejor que cualquier cosa que habíamos tenido hasta ahora. Habíamos tenido. Me detuve en seco al darme cuenta de la dirección que estaban tomando mis pensamientos. No había un 'nosotras', no teníamos nada en conjunto. Éramos amigas nada más y eso con mucha suerte. Que yo fuera lesbiana y ella -muy probablemente- también no significaba nada. Dejando de lado obstáculos enormes como su madre, su religión y mi miedo irracional de decepcionar a mi padre, no existía ninguna razón para que yo le gustara solo porque nos llevábamos bien. Ya había pasado por la etapa de idealizar mis amistades femeninas, queriendo convertirlas en algo que no eran, y todo había terminado mal, más que mal, más que peor.

'Perfecto' respondí, quitándome esos pensamientos de encima, y antes de poder detenerme, agregué un corazón blanco. Ava no me respondió después de eso, pero igualmente media hora más tarde salí en dirección a su casa, la cual ya no tenía que buscar, pasando por la cancha a la que me acercaba con disimulo algunos días sólo para verla entrenar. Iba todos los días al romper el alba, antes de sus clases en la universidad y por las tardes entrenaba con el resto de su equipo en el gimnasio, lugar en el que todavía no me atrevía a poner un pie.

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