Desde el día en que me habían empujado del autobús creía ver al conductor en cada máquina a la que me subía, por eso me tardé unos segundos en darme cuenta de que no me lo estaba imaginando, sino que realmente era él sentado al volante. El dolor latente de mi tobillo, al que tuve que ponerle una venda, tampoco ayudaba a olvidar lo ocurrido. Además, el interior del vehículo estaba decorado con el mismo pésimo gusto que la de esa noche, con imágenes de la virgen junto a mujeres en poca ropa, una bandera confederada y rosarios de plástico que brillaban en la oscuridad.
Me eché para atrás instintivamente, pero terminé por chocar con Lira, a quién casi hice caer escalones abajo. El hombre me reconoció inmediatamente y, a mi pesar, se me apretó el estómago. Ese día iba vestido de manera más masculina y hasta mis pronombres habían cambiado, pero eso no quitó que me viese con asco. Mi amiga se dio cuenta de que algo raro estaba pasando y se apresuró a sacar un billete de su monedero de tela, pagando dos pasajes completos a pesar de que teníamos pleno derecho a pagar tarifa rebajada. El conductor se quedó con el cambio y ni siquiera nos miró, pero Lira me empujó para que me diera prisa y pudiéramos sentarnos antes de que el tipo frenara de golpe para hacernos caer, como era la costumbre con todos los tipos como él que se divertían a costa de violentar a sus pasajeros porque sabían que nada ni nadie les pondría freno.
—¿Algo que quieras contarme? —preguntó mi mejor amiga cuando pudimos sentarnos.
—No —respondí a secas. Sabía que volvería a preguntármelo más tarde, pero con mi respuesta cortante me aseguraba de que no sacara el tema a colación frente a mi familia cuando llegáramos a casa.
Se apoyó en mi hombro como hacía cuando sabía que me encontraba mal y me resistía a decir algo al respecto, respetando mi privacidad al mismo tiempo que me hacía saber que estaba allí para mí. No fui capaz de aguantar un suspiro cuando la sentí allí, pero no me presionó. Lira era muy entrometida, pero el cuidado con el que me trataba sobrepasaba su curiosidad. No hablamos en todo el camino, porque la radio iba a un volumen demoniaco y también porque no teníamos ganas. Yo iba demasiado sumido en mis pensamientos, y ella, con la mirada fija en su teléfono mientras tecleaba mensaje tras mensaje para Ava. Me alegraba que estuviera contenta, pero me preocupaba que, siendo todo tan obvio, no se hubiera atrevido a dar el siguiente paso.
—¿Cuándo vas a pedírselo? —solté cuando estuvimos sanos y salvos con los pies en el asfalto.
—¿Qué cosa? —probó pero mi mirada la detuvo—. No voy a pedírselo, Io.
—¿Por qué no?
—Es complicado...
—Es una caminata larga hasta mi casa —insistí, tratando de no pensar en lo mucho que me dolería el pie al hacer el camino hasta allá.
—No creo que Ava sea-
—Sí lo es —la corté yo. No podía saber si le gustaban únicamente las mujeres o no, pero sabía reconocer a alguien como yo con sólo verle—. Y tú también.
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Buenaventura
Teen FictionLira es una chica llena de energía, felicidad y hasta cierto punto, magia. Aunque mucha gente le llama pseudociencia a las creencias que su padre le ha entregado, ella cree firmemente en la veracidad de las cartas, los cristales y los astros. De hec...