#14: La Muerte

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No sabía si estaba más nerviosa por lo que iba a decirle a Lira o por el partido

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No sabía si estaba más nerviosa por lo que iba a decirle a Lira o por el partido. En condiciones normales, lo primero me habría destrozado los nervios con más fuerza, pero ese encuentro deportivo en específico, si salía bien, podía significar comenzar a jugar en serio. Aunque en teoría pertenecía ya al equipo regional, sólo lo hacía en la rama recreacional, pero la entrenadora estaba buscando una jugadora extra para la delegación oficial, aquellos que viajaban por el país y que incluso podían llegar a jugar en el nacional.

Estaba decidida a que aquella fuera una buena tarde; independientemente de si las cosas en el partido iban bien o mal, había hecho arreglos para quedarme un rato más con Lira, pues quería decirle claramente lo que sentía. No esperaba una respuesta de su parte; aunque intuía cómo se desarrollarían las cosas, no quería hacerme demasiadas ilusiones. Tenía el estómago apretado, tanto, que me costaba incluso beber agua. Quizás había sido poco inteligente invitarla a verme jugar, porque inevitablemente me sentiría observada y eso podía costarme la concentración, sin embargo, al verla entrar con su falda larga y su cabello en una enorme trenza, no pude evitar querer que me viera. Tenía ganas de impresionarla, incluso más que a la entrenadora y me prometí hacerlo; no iba a defraudarla.

Le hice un gesto con la mano y ella me lo devolvió con energía, como si no hubiera estado ignorándola por días solo porque era una cobarde. La sonrisa que me regaló era radiante, completamente sincera, y cuando me levantó ambos pulgares para darme ánimo, supe que ganaríamos ese partido a como diera lugar; Lira era un amuleto de la suerte, no podía ser de otra forma con esa estrella que tenía... vaya, hasta ya estaba empezando a pensar como ella.

Como mi madre no sabía de la ocurrencia de los partidos o los entrenamientos, llevaba los colgantes de piedras rojas bajo el uniforme. No podía decir que creía realmente en sus supuestos poderes, pero sí me hacían sentir más segura pues significaba que de alguna forma alguien allá afuera me apoyaba y creía que podía lograr cosas importantes. No, no solo alguien, Lira creía en mí y eso era aún más poderoso. Cuando sonó el pitido que dio inicio al encuentro, le di un apretón a los cristales y comencé a rodar.

Al contrario de lo que pensaba, miré a Lira una sola vez en todo el juego, cuando encesté por primera vez. Su sonrisa irradiaba orgullo y me miraba fijamente, con mucha concentración. Eso fue todo lo que necesité para saber que iba por buen camino y, aunque sólo encesté una vez más, cuando el tiempo se acabó podía sentir los brazos acalambrados y la columna adolorida. Pasamos en fila frente a nuestras contrincantes saludándolas por su victoria, algunas con una sonrisa forzada en la cara y otras derechamente desilusionadas. Yo misma no pude evitar sentirme con los ánimos algo bajos y entonces la idea de hablar con Lira ese mismo día dejó de parecerme tan buena. Le hice un gesto a las gradas para que me esperara, pues no quería estar toda sudada cuando fuera a decirle que... lo que tenía que decirle.

Cuando salí del camerino, con el cabello todavía húmedo y una sudadera limpia, la vi tecleando veloz en su teléfono con funda rosa. Probablemente hablaba con Io, ya que se reía sin hacer ruido y se notaba que estaba pasándolo bien. Sonreí para mí misma al verla así, tan autentica e incapaz de mezclarse con el fondo incluso sin intentarlo. Estaba a punto de ir en su dirección cuando la entrenadora se me acercó.

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