Capítulo 05

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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟓

𝐒𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞, 𝐬𝐮𝐝𝐨𝐫 𝐲 𝐥á𝐠𝐫𝐢𝐦𝐚𝐬

𝐉 𝐔 𝐋 𝐈 𝐀 𝐍 𝐍 𝐄

Una sola cosa tenía en mente: mientras me encontrara en esta cárcel no podía verme ni parecer débil. No tenía a nadie, pero tampoco a nadie le daría el gusto. 

Tenía prohibido salir de la habitación, al menos, no sin la previa autorización de Filippo o French Bucheli. Mi orgullo era más grande que mis ganas de salir con alguno de sus bastardos permisos. Prefería mil veces lanzarme por el balcón antes de que siquiera la palabra «podrías darme permiso, por favor» saliera de mis labios.

Por lo que, hice mente rememorando mis años en el gimnasio ─antes de que a mi padre se le ocurriera la maravillosa idea de que empezar desde cero sería un nuevo comienzo para mí─ haciendo repaso de todo lo que tenía en la habitación y lo que pudiese usar, creando una nueva rutina. 

Llevaba ya cinco días encerrada. La comida me la traían hasta acá y me estaba volviendo loca no poder hacer nada, esperando el próximo movimiento de Filippo. Ese era mi castigo; la espera. Todo por contestarle de esa manera la otra noche en esa cena. Eran unos malditos debiluchos que no aguantaban una mierda. 

El sol me quemaba las mejillas. Me dolía el abdomen y siseaba contando «87» no me iba a detener hasta llegar a los cien abdominales. Esa tarde me encontraba trabajando el abdomen y un poco de pecho. Me estaba matando, sin embargo, el dolor en ese momento me mantenía viva y consciente. Era lo que me impulsaba todos los días. 

Entrenaba en el balcón, porque era el único lugar donde no me ahogaba, sintiendo que las paredes se cernían sobre mí, intentando aplastarme.

─Vamos, Julianne ─me exigí, el sudor besando mi piel, deslizándose entre mis pechos. El cabello húmedo se pegaba a mi nuca y quería en ese momento hacer doscientos, pero tampoco podía hacerle eso a mi cuerpo.  

Tomé una profunda respiración y me quedé como una tabla en la colchoneta que me trajo Tira cuando me pilló hace tres días haciendo ejercicio en el suelo. Respiraba con dificultad y me tapé del sol de las cuatro con un brazo. 

«Listo, Julianne. Ahora una ducha» pensé, pero estaba tan agotada que mis extremidades no se movían ni un centímetro «Mierda, Juls»

Vagamente escuché la puerta de mi habitación abrirse. Lo que me hizo fruncir el ceño, ya que nadie entraba sin mi permiso porque se mantenía bajo llave. Sabía que los de afuera tenían permitido entrar si escuchan que algo no iba bien, como cuando destroce el espejo del tocador y el hombre que siempre vigilaba mi puerta entró. 

No obstante, se respetaba mi decisión. Está vez, sí me obligué a sentarme, agarrando el termo de agua el cual me empiné observando las puertas del balcón cerradas. Escuché ruido del otro lado, me estaban buscando y una sonrisa se deslizó por mis labios. Idiotas todos y cada uno de ellos. 

Deje el termo a un lado, al mismo tiempo que las puertas se deslizaban y Filippo Bucheli estaba parado ahí mirándome entre lo cabreado y sorprendido. 

—¿Me buscabas? —inquirí burlona. No me apetecía que a pesar de lo cansada que estaba, se entrevera que solo deseaba ducharme y dormir para toda la eternidad. 

—Sujétala —demandó a uno de sus hombres, señalándolo con un elegante movimiento de manos y luego a mí.

Inmediatamente, antes de que siquiera su matón llegará a mi, me puse de pie. 

—Yo sola puedo levantarme ─aclaré mordaz. 

No me gustaba nada lo que estaba pasando.  

—No dejes que se mueva —me ignoró deliberadamente sin dejar de darle órdenes a su hombre. Cosa que me enfureció, él no era nadie para que me pasara por alto a mí. 

La venganza del Diablo [Saga Entre cielo e infierno #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora