Capítulo 5.

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Respiraba profundo

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Respiraba profundo. No era mi primera vez con una ginecóloga pero, siempre se sentirá algo extraño. 

Fueron largos días todo el proceso, revisiones, consultas al psicólogo, estimulación ovárica y todo eso. En las noches en mi habitación pensaba qué, a la persona que le implantaran mi óvulo tendría un hijo de… mí. Me sentía algo extraña, pero esperaba que ese donado fuera el bebé más feliz.

Y ahí estaba yo, un 26 de febrero, totalmente desnuda sólo con una bata acostada en la camilla del consultorio esperando a la doctora que me atendería. Desde que aceptaron mis exámenes había firmado unos documentos de confidencialidad y que mi información sería totalmente privada. Confieso que estaba nerviosa, aunque me habían dicho que no dolía la duda seguía ahí. Las desventajas de hacer esto vinieron a mí mente, una de esas era qué podía quedar infértil y… yo quiero tener bebés, muchos bebés, quiero una familia numerosa pero para eso necesitaba empezar con mi economía. 

Un minuto después entró una doctora diferente a la que me estaba atendiendo pero ella me había dicho que vendría otra doctora para hacer la extracción. 

—Me imagino que eres tú —le logré escuchar—. Buenos días, ¿cómo te encuentras?

«Desnuda, duh»

—Estoy bien, un poco nerviosa.

—Es normal, ¿saliste bien en todo los exámenes y demás? 

—Si —le respondí. 

«¿No tendría que saberlo ya?»

—Bien, empecemos. No tardaremos más de quince minutos.

Asentí y acomodé mis piernas, ella acercó sus instrumentos y empezó. No sentí dolor gracias a Diosito, aunque sí sentí un poco de molestia. También sentí un pequeño pinchazo pero fue rápido. 

Pasaron doce minutos y ella me dijo que ya estaba todo listo. Pero estuve dos minutos más en la misma posición mandado por la doctora, luego me levanté de ahí y aunque limpió mi entrepierna, yo quise hacerlo por mi misma así que yo hice en el baño mientras me ponía mi ropa. 

El bebé del magnate©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora