Besos en mi cuello hicieron que abriera los ojos despacio, Henry envolvió su brazo alrededor de mi y me mantenía pegada a él. Nos encontrábamos en la cama en un nuevo día de aventuras en nuestra pequeña familia.
—Buenos días, Señora Campbell.
La voz ronca de mi esposo hizo que me estremeciera. Desde que firmé el acta de matrimonio me había estado llamando así «señora Campbell esto, señora Campbell lo otro» y no me molestaba en lo absoluto, pero extrañaba que me llamara su dulzura.
—Buenos días, amor.
Me voltee y le di un pequeño beso en sus labios.
—Te amo.
—Y yo a ti.
—¿Puedo tatuarme tu nombre en la frente?
Pegué una gran carcajada.
—¿Qué? Estás loco, Henry.
—No, no, bueno, sí un poco pero por ti —me besó—, y hoy siendo 14 de febrero quiero llevarte a cenar solo dos, mostrarte algo y demostrarte cuánto te amo y te admiro.
—Ah ¿si? —acaricié su creciente barba—, ¿A dónde me llevarás?
—No te lo diré.
Nos levantamos para desayunar y ver a mis tesoros. Esos pequeños pedacitos de cielo nos alegraban la vida cada día que pasaba. Las gemelas estaban más rechonchas y grandes, sus cabellos habían oscurecido un poco pero seguían en el tono cobrizo, seguían prefiriendo a Henry pero amaban cuando yo las mimaba. Y mi pequeño Marco, mi pequeño rubio, su adopción se hizo oficial el 26 de enero, hacía dos semanas y media, ese mismo día lo trajimos a casa y le explicamos que sería su nuevo hogar y él muy feliz lloró con nosotros cuando le mostramos su nueva habitación. Ya había empezado a ir al preescolar y estaba muy emocionado por hacer las tareas.
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El bebé del magnate©
RomanceA Melissa el nuevo año no le sonrió. Descubrió a su novio siendo infiel así que lo dejó. La echaron de su trabajo por reducción de personal y, por ende, el banco rechazó su crédito para su emprendimiento. No sabía qué hacer, estaba rendida. Soñaba c...