Clases, clases y más clases

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     Los jardines elegantes de la propiedad Lecter nunca dejaban de impresionar al humilde Will. Tenía tres años trabajando como tutor para uno de los herederos del gran linaje; e incluso así, le seguía costando un poco acoplarse completamente a la vida que estaba viviendo.

    Como profesor egresado de la facultad de letras y filosofía, Will sabía que era muy difícil encontrar trabajo en su área. Más que todo, porque no había muchos lugares en donde ejercer que no fueran preparatorias y secundarias. Él lo sabía, su profesor lo sabía, sus compañeros lo sabían; Dios, todos lo sabía. Pero eso no sería un impedimento para Will, quien se había hecho la idea de que debía comenzar a labrarse el camino si quería ser un profesional en su área.

    Y también, si quería comer.

— Buen día, joven Graham.

    Will salió de sus ensoñaciones y soltó un respingo después de escuchar la voz suave del señor que siempre le saludaba cuando llegaba. En los terrenos de la propiedad Lecter trabajaban muchos jardineros de distintas edades; lo que no era ninguna sorpresa, ya que las plantas y los distintos arreglos eran complejos de hacer crecer por sí solos. La mayoría de ellos estaban enfocados en sus labores, arando la tierra de sol a sol y podando las complejas formas de las ramas retorcidas y elegantes; a lo cual no había mucho margen de charla entre Will y ellos. Excepto, claro, de ese amable señor de tez tostada por el sol y ojos amables que siempre parecía tener un buen ánimo.

     Will a veces se preguntaba si ese hubiera sido el destino de Matt si no hubiera terminado sus servicios en la mansión Lecter para dedicarse a la enfermería. Pero como otras preguntas de ese estilo, las dejaba de lado en su mente para concentrarse en lo que realmente era importante: trabajar y afrontar un día nuevo.

    De todas formas, la primera vez que Will vio al jardinero, el hombre cargaba un overol gastado y sucio por la tierra, y un sombrero viejo hecho de paja, que probablemente, era lo que le daba sombra a la cabeza del señor, y además se encargaba de ocultar sus ojos claros a las personas. Will se sintió cómodo cuando se dio cuenta de que no tenía que hacer contacto visual con él, lo que facilitó la presentación en ese momento. El joven profesor aún recordaba el tacto de la mano callosa del jardinero, dejándole saber muchas cosas que podría conocer después de mucho tiempo de socialización verbal.

    Fue tan amable y comprensivo cuando él se estremeció la primera vez, que Will lo atesoró como alguien con quien podría hablar si en algún momento tenía la iniciativa de ser sociable —más allá del área laboral.

— Buenos días, señor. —Will devolvió el saludo.

    El jardinero esbozó una suave sonrisa y lo guio hasta la entrada de la casa, como lo había hecho la primera vez.

— La familia Lecter lo espera en el salón —el jardinero le habló con su voz rasposa. Will escuchaba atentamente. Sin embargo, solo miraba el camino—. La señora Lecter estaba muy feliz en la mañana.

    El paso a través de los jardines era confortante para el Will. Ver las diversas formas de los árboles y el color intenso de las rosas le traía recuerdos de las ilustraciones de los libros que estudiaba en sus primeros semestres de la universidad. La influencia europea era innegable en la familia Lecter, quien tenía enormes tendencias al barroco francés del siglo XVIII. Casi una delicia al ojo humano si no fuera por los detalles que se escondían detrás de la elaborada pieza maestra.

    Detalles que había observado durante esos años de servicio con cada interacción que tenía. Cada vez eran más siniestros, y aunque Will quería hacer de cuenta que nada pasaba para conservar su salud mental —y trabajo—, salía uno nuevo que le dejaba un enorme pesar en la conciencia.

Mylimasis |HanniGram|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora