Acoso

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    Will se despertó a las tres de la mañana con una mezcla odiosa de frío y calor.

    No era nada nuevo para él.

    Los temblores, los sudores nocturnos y las constantes pesadillas que lo perseguían habían caminado agarrado de la mano con él desde que tenía memoria. Sabía como lidiar con ello, y para muestra estaba la gruesa y gastada toalla que servía como manta con la que se arropaba todas las noches. Incluso en esos momentos donde la temperatura bajaba con pasos agigantados, no podía librarse de sus viejos amigos.

    Esa madrugada no fue distinta, pero sí fue peculiar.

    En el revoltijo de sueños que lo perseguían en múltiples espirales, pudo encontrar un par de ojos castaños que lo asechaban como una presa temerosa y herida. El sueño era muy real y fiel al mundo consciente; sentía los escalofríos de la observación, el doloroso calambre de la tensión que recorrían sus músculos cuando se sentía en peligro, pero sobre todo, sentía el frío aliento de su cazador en la nuca. 

    Sabía que esos ojos castaños estaban llenos de maldad, de la más primigenia que había asechado a los primeros humanos en las penumbras de la civilización, y que Will no era el héroe de su propia historia que podría escapar con apenas rasguños de las garras de ese monstruo. 

    Sin embargo, Will no sabía a quién le pertenecían esos ojos.

    Solo tenía la absoluta certeza de que ese monstruo era exclusivo para él.

— Mañana será un nuevo día —se consoló Will después de pasar cinco minutos observando las texturas del techo de su habitación mientras regulaba su respiración—. Mañana será un nuevo día.

   Con mucho miedo, se dio media vuelta en su espacio empapado de sudor y cerró los ojos en busca de un sueño más ligero de navegar.

*

    Alana tocó la puerta unas cinco horas después.

   Will no podía lidiar con la belleza radiante de su amiga, pero no se sentía con ánimos de ser más huraño de lo usual.

    Ella entró a sus aposentos y, con una hermosa sonrisa amigable, le deseó los buenos días y sirvió la comida que había traído en su bolso para que su famélico amigo pudiera comer.

— Así que... —Alana entonó—. ¿Cómo te fue ayer?

— Bien, supongo —respondió Will, evadiendo la mirada de su amiga—. Había más personas de las que pensé que habría en una entrevista común.

— La familia Lecter es muy selectiva con aquellos que se relacionan —respondió Alana mientras le daba unos bocados a su desayuno aun caliente—. Ellos me llamaron ayer en la noche, preguntando por ti.

    Will se tragó su culpa, dejando solamente indicios de culpa.

— ¿En serio? —preguntó—. ¿Algo en concreto que querían compartir contigo?

— Ay, Will. Por Dios —Alana rio un poco—. No te hagas el tonto, ya sé que usaste mi nombre en la entrevista.

    Will asintió. No tenía sentido ocultarlo.

— No es que me moleste, por supuesto —ella aclaró—. Después de todo, no hiciste nada malo.

— No quise utilizarte como comodín nepotista —Will trató de disculparse—. Solamente tu nombre salió sin que me diera cuenta.

    Eso fue una mentira, pero por fortuna, Alana no estaba cursando la materia de "lectura de mentes".

— No tienes de que preocuparte, Will. Somos amigos después de todo, y estamos para apoyarnos.

Mylimasis |HanniGram|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora